Ir de tapas por Sevilla es mucho más que alimentarse; es una liturgia, una forma de entender la vida que se oficia en las barras de sus bares más emblemáticos. Lejos de las rutas turísticas convencionales y de las guías prefabricadas, existe un recorrido sagrado que todo sevillano conoce y que conforma el auténtico corazón gastronómico de la ciudad. No hablamos de establecimientos modernos ni de propuestas de vanguardia, sino de templos del sabor que han resistido el paso del tiempo, un ritual social donde cada bar cuenta una historia y cada tapa es un pedazo de la memoria colectiva. Es un viaje a la esencia misma de la capital hispalense.
Este particular peregrinaje nos lleva a un triángulo de oro formado por tres nombres propios que son pura historia viva: El Rinconcillo, Bar Alfalfa y Las Columnas. Son las tres vértices de un mapa sentimental y culinario que define la cultura del tapeo en la ciudad. Adentrarse en ellos es mucho más que una simple comida; es una inmersión en una atmósfera cargada de solera, de azulejos que han visto generaciones enteras y de recetas que se han mantenido inalterables. Es, un viaje en el tiempo a través de sabores que definen la identidad de la ciudad, una experiencia que conecta directamente con el alma de Sevilla.
3BAR ALFALFA: EL BULLICIO CASTAÑUELO HECHO TAPA
Si El Rinconcillo es la historia solemne, el Bar Alfalfa es el caos vibrante y adictivo. Ubicado en la plaza que le da nombre, este diminuto local es el epicentro de uno de los barrios con más vida de Sevilla. Conseguir un hueco en su barra o en alguna de sus mesas altas es una pequeña victoria que siempre merece la pena. Es un lugar ruidoso, apretado y lleno de energía, donde el ritmo es frenético y el ambiente siempre es festivo, un caos organizado donde codearse con desconocidos forma parte del encanto, creando una comunión espontánea entre los presentes.
Su oferta gastronómica es un reflejo de su espíritu: tapas directas, sabrosas y sin rodeos, perfectas para compartir de pie mientras se charla animadamente. Su fama se la debe a elaboraciones como la tostada de sobrasada de Mallorca con miel, una combinación sorprendente, o su «brutal de carrillada», un montadito que hace honor a su nombre. En este rincón de Sevilla, tapas sencillas en apariencia pero con una contundencia de sabor que sorprende, demuestran que no hacen falta grandes artificios para conquistar el paladar.