El sobrecalentamiento de un iPhone en pleno verano es una estampa tan clásica como la sombrilla y el tinto con limón en el chiringuito. Es una situación que muchos usuarios han experimentado de primera mano, una sensación de alarma al notar que el dispositivo arde al tacto, comprometiendo su funcionamiento y, a largo plazo, su vida útil. Este fenómeno, que parece una consecuencia inevitable de las altas temperaturas, es en realidad el resultado de una combinación de factores que a menudo se ignoran. La creencia popular lo achaca únicamente al sol, pero la raíz del problema es más profunda y está directamente relacionada con un hábito cotidiano que millones de personas practican sin ser conscientes del riesgo que entraña para su valioso terminal.
Detrás de ese mensaje de advertencia que aparece en la pantalla bloqueada se esconde una combinación de factores que a menudo pasamos por alto, siendo el uso de accesorios de carga no certificados uno de los más determinantes, junto con la exposición prolongada a altas temperaturas ambientales. Apple lleva años advirtiendo sobre ello a través de su programa de certificación MFi (Made for iPhone), pero la comodidad o el ahorro de unos pocos euros llevan a muchos a optar por alternativas peligrosas. Comprender por qué este gesto, aparentemente inofensivo, se convierte en el principal enemigo de nuestro dispositivo durante la canícula es fundamental para garantizar su longevidad y evitar disgustos en la época más calurosa del año.
3BAJO EL SOL DE JUSTICIA: EL ENEMIGO INVISIBLE EN LA PLAYA Y LA TERRAZA

Dejar el móvil sobre la toalla en la playa, en el salpicadero del coche o en la mesa de una terraza a pleno sol es una de las peores decisiones que se pueden tomar. La exposición directa a los rayos solares puede elevar la temperatura interna del terminal de forma exponencial, convirtiendo la carcasa metálica y de cristal en un auténtico acumulador de calor, superando con creces los 35 °C que Apple establece como límite operativo seguro. El interior de un coche aparcado al sol puede alcanzar los 60 o 70 grados en cuestión de minutos, un ambiente letal para cualquier dispositivo electrónico. El iPhone, con su diseño compacto y sus materiales conductores, absorbe ese calor ambiental de manera muy eficiente, llevándolo al límite de su resistencia.
El error se magnifica cuando se combinan los dos factores de riesgo: conectar el teléfono a un cargador mientras está expuesto al sol. La batería ya genera su propio calor como parte natural del proceso de carga, un calor que, sumado al proveniente del sol, crea un escenario de estrés térmico extremo, forzando al dispositivo a entrar en modo de protección de manera casi inmediata. Es una práctica que debemos desterrar por completo. Si necesitamos cargar nuestro iPhone en un entorno exterior durante el verano, es imperativo buscar una sombra densa y, a ser posible, un lugar bien ventilado para evitar que el calor generado por la carga se sume al calor ambiental, protegiendo así la integridad del terminal.