domingo, 6 julio 2025

Pánico en la izquierda: Sánchez o un derrumbe electoral peor que el de 2011

En el convulso año 2011, mientras el movimiento 15-M tomaba las plazas y canalizaba el malestar social en forma de indignación colectiva, el PSOE vivía su peor catástrofe electoral en democracia.

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El entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero, carbonizado por la crisis económica y sus recortes neoliberales, cedía el testigo a Alfredo Pérez Rubalcaba, quien cosechó una humillante derrota: solo 110 diputados.

La Izquierda Unida de Cayo Lara, aunque algo beneficiada por la debacle socialista, apenas alcanzó los 11 escaños. El descontento con el sistema no se traducía entonces en una alternativa viable desde la izquierda.

Catorce años después, todavía resuenan los ecos de aquella hecatombe. En los pasillos del poder se ha instalado un miedo profundo: el miedo a que la salida de Pedro Sánchez de la escena política precipite una nueva debacle de la izquierda, incluso más severa que la de 2011.

El PSOE, según temen algunos de sus dirigentes y muchos de sus votantes, podría caer por debajo de los 100 diputados si su figura se desvanece, mientras que Sumar, Podemos y los restos del antiguo espacio del cambio se verían condenados a protagonizar unos ‘Juegos del hambre’ para seguir con vida en el Congreso.

DISCIPLINA FORZADA

Ese extendido temor ha generado una especie de disciplina forzada, una suerte de silencio cómplice frente a situaciones que, en otro contexto, habrían supuesto una condena unánime. El caso Koldo ha sido un ejemplo claro.

El presidente, que en ‘otra vida’ hubiera exigido dimisiones inmediatas y contundencia ética, ahora opta por un perfil bajo. La izquierda, consciente de la fragilidad del actual equilibrio, se traga sus principios por puro instinto de supervivencia.

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Yolanda Diaz Moncloa
Yolanda Díaz. Foto: Europa Press.

Sánchez se ha convertido, para bien o para mal, en el último muro de contención frente a una derecha crecida y una extrema derecha envalentonada. Su capacidad de resistencia, su habilidad para sobrevivir a escándalos, traiciones y derrotas parciales, lo han convertido en el único líder posible para una izquierda sin proyecto claro, sin cohesión interna y sin un relato renovado.

Es, en palabras de algunos analistas, ‘el pegamento del caos’, el único que todavía logra mantener en pie una arquitectura ideológica y política que amenaza con venirse abajo en cualquier momento.

Escribe Pablo Elorduy en El Salto que «ninguno de los grupos que votaron la investidura de Sánchez, ni casi nadie del espectro de la izquierda, quiere que Sánchez convoque elecciones en este momento. Esto parte de un análisis desapasionado: a España le va un poco mejor que a los países de su entorno no porque progresen realmente sus clases populares o sus clases medias, sino porque siguen extendiéndose las ondas de un deseo democrático que se remonta a la década anterior y que la realpolitik no ha conseguido arrasar del todo».

Este análisis subraya una verdad incómoda: la izquierda institucional no tiene alternativa real a Pedro Sánchez. Y eso, más que un activo, es una señal de una gravísima crisis que, es evidente, trasciende al aspecto nacional.

EL DILEMA

En la izquierda se ha instalado el dilema: o Pedro Sánchez continúa como figura central del tablero, o el bloque progresista se enfrenta a una derrota electoral que podría ser incluso más dolorosa que la de 2011.

En aquel entonces, al menos, existía un horizonte de reconstrucción. Hoy, con el desgaste acumulado y la fragmentación del espacio a la izquierda del PSOE, ni siquiera eso está garantizado. Las fuerzas que un día prometieron cambiarlo todo ahora temen desaparecer en el olvido parlamentario.

La izquierda camina por la cuerda floja, con un presidente cada vez más solo, un partido desmovilizado, y unos socios menores más centrados en sobrevivir que en transformar. Si Pedro Sánchez cae, no solo caerá un líder: podría arrastrar consigo el edificio entero, tal y como ocurrió con el presidente luso António Costa.

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