El Partido Popular afronta una paradoja estratégica que inquieta cada vez más a la dirección nacional, ubicada en la sede de Génova 13: el partido no termina de despegar en varias comunidades clave.
El motivo podría ser la falta de tirón político y electoral de al menos seis líderes regionales que, lejos de fortalecer al PP como alternativa sólida en sus territorios, generan dudas, desgaste y, en algunos casos, hastío entre la militancia y el votante tradicional.
Uno de los casos más evidentes es el de Paco Núñez, presidente del PP en Castilla-La Mancha. Núñez ha caído ya en dos ocasiones frente al socialista Emiliano García-Page, quien en 2019 y 2023 logró mayorías absolutas en contextos muy distintos.
Page, con una marca personal fuerte y una imagen de autonomía respecto al sanchismo, ha logrado neutralizar las embestidas del PP. Desde dentro del partido, la crítica a Núñez ya no es soterrada: «Con Paco no ganamos a Page», reconocen cargos provinciales.
La falta de carisma de Núñez han terminado por consolidarlo como un candidato incapaz de romper el dominio del PSOE en la región, y el runrún sobre su posible relevo empieza a sonar con más fuerza en los despachos de Madrid.
MAZÓN EN LA DIANA
En la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón ha visto erosionada su imagen en dos años de gestión. Aunque llegó al poder impulsado por el desgaste del Botànic, su criticada gestión de la crisis por la Dana y sus mentiras le sitúan en una situación delicada. Pese a lo cual, su cercanía con Núñez Feijóo podría darle fuerza pese a que la mayoría de encuestas proyectan una victoria de la izquierda y un desplome del PP en favor de Vox.
Más al norte, Asturias presenta otro caso de bloqueo. Lejos de recuperar terreno tras el final del ciclo de Javier Fernández, el PP asturiano liderado por Álvaro Queipo no logra plantar cara al presidente socialista Adrián Barbón, que incluso podría aumentar su ventaja según sondeos recientes.
El diagnóstico es aún más preocupante en comunidades donde el PP no tiene opciones reales de gobierno, como el País Vasco, Cataluña y Navarra. En Euskadi, Javier de Andrés ha querido asumir el forzado rol de azote del PNV. Aunque sus intervenciones han logrado cierto eco, su proyecto político no termina de calar en un electorado que percibe al PP como una fuerza marginal y anclada en discursos de confrontación poco adaptados a la actual sensibilidad vasca.
En Cataluña, Alejandro Fernández es ya un clásico de la disidencia interna. Desde su silla, ha criticado en numerosas ocasiones la línea estratégica del PP nacional, aunque suavizó su posición justo antes del Congreso del partido retirando una enmienda que habría podido bloquear una posible negociación fututra con Junts per Catalunya. Aunque su verbo directo le ha granjeado apoyos en sectores del partido, su utilidad como líder electoral y su trabajo es cuestionado. Cataluña sigue siendo una comunidad inexpugnable para el PP, y Fernández no logra revertir esa tendencia.
Por último, en Navarra, el liderazgo de Javier García genera más sombras que luces. Pese a su empeño en presentarse como un relevo dinámico, su gestión ha sido torpe, y su intento de cesar a su número dos, Amelia Salanueva, fue bloqueado directamente por Génova 13.

La dirección nacional no quiere más fracturas en una comunidad históricamente difícil para el PP, y esa intervención ha evidenciado la debilidad interna del liderazgo de García. El oportunismo percibido en algunas de sus maniobras políticas también ha sido criticado, incluso públicamente.
El exparlamentario José Suárez fue contundente: «Creo que la deriva del actual presidente del PPN carece de los valores que más me motivan como político: honestidad, rigor, coherencia y vocación política».
SUMA DE DEBILIDADES
Esta suma de debilidades territoriales constituye un serio problema para el PP nacional. Feijóo quiere mostrar un partido cohesionado y con liderazgos fuertes en todas las comunidades. La situación actual, sin embargo, es la contraria: hasta seis barones están siendo cuestionados por sus propios equipos, sin capacidad de crecimiento electoral.
La gran preocupación en Génova 13 es que estas figuras terminen lastrando al conjunto del partido, debilitando su mensaje nacional y, lo que es peor, cerrando la posibilidad de ampliar su base electoral en comunidades clave. Feijóo, de momento, ha optado por la cautela y el continuismo.
Pero cada vez más voces piden una intervención directa para reconfigurar el liderazgo territorial. Porque, como ya ha ocurrido en el pasado, un mal anclaje autonómico puede costarle al PP mucho más que unas simples elecciones: puede romper su aspiración de llegar al poder a nivel estatal.