La estafa del ‘hijo en apuros’ por WhatsApp se ha convertido en una de las ciberamenazas más dolorosas y eficaces que circulan por España, vaciando los ahorros de familias enteras con una facilidad pasmosa. No se trata de un virus complejo ni de un hackeo sofisticado, sino de un engaño basado en la ingeniería social más pura y dura, que explota el vínculo más fuerte que existe: el de unos padres por sus hijos. Su éxito radica en una combinación letal de urgencia, confianza y una narrativa tan creíble que anula cualquier atisbo de pensamiento crítico en los momentos iniciales.
La mecánica parece sacada de un guion de cine, pero su ejecución es terriblemente real y cotidiana. Los estafadores, amparados en el anonimato que les proporciona un número de teléfono prepago, lanzan sus redes a través de la aplicación de mensajería más popular del planeta. Aprovechan la inmediatez y la familiaridad del entorno digital para construir una trampa perfecta. El objetivo es claro, generar una situación de crisis ficticia que requiera una solución económica inmediata, impidiendo que la víctima tenga tiempo para verificar la historia o consultar con terceros, consumando así un fraude que deja una profunda herida emocional y financiera.
1EL CEBO ESTÁ LANZADO: ASÍ COMIENZA LA PESADILLA DEL ‘HIJO EN APUROS’

Todo arranca con un mensaje aparentemente inofensivo que llega desde un número desconocido. «Hola papá» o «Hola mamá, soy yo» son las frases más habituales para romper el hielo y captar la atención. La víctima, desconcertada, suele preguntar quién es, momento en que los ciberdelincuentes despliegan su coartada principal. Alegan haber perdido, roto o que les han robado el móvil, motivo por el cual escriben desde un número temporal que pertenece a un amigo o que acaban de adquirir. Esta justificación inicial es la piedra angular del engaño, ya que proporciona una explicación lógica a la anomalía principal, que es el contacto desde un teléfono no registrado.
Una vez establecida esta primera premisa, la conversación fluye con una estudiada naturalidad. Los estafadores evitan dar demasiados detalles personales y utilizan un lenguaje genérico que podría encajar con cualquier hijo o hija. Preguntan cómo está el día, si todo va bien en casa, creando una falsa sensación de normalidad. Sin embargo, este es solo el preludio del verdadero objetivo. Este teatro inicial sirve para adormecer las sospechas y preparar el terreno para la petición económica, que se presentará como una emergencia inaplazable que solo el progenitor puede resolver, explotando la confianza que se deposita en una conversación por WhatsApp.