martes, 8 julio 2025

La vitamina que el 80% de los españoles no sabe que le falta y es crucial para el estado de ánimo; y se soluciona en 5 minutos al sol

La vitamina que nos regala el sol es, irónicamente, la que más escasea en los cuerpos de los españoles. Vivimos en una tierra bendecida por la luz, un lugar común en el imaginario colectivo europeo como el destino ideal para broncearse, pero la realidad sanitaria cuenta una historia muy distinta. Estudios recientes, como los avalados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), arrojan una cifra alarmante que roza lo inverosímil: hasta un 80% de la población en España podría presentar niveles insuficientes de este nutriente esencial. Es la gran paradoja de nuestro tiempo, la sorpresa que revela que vivir en uno de los países más soleados de Europa no garantiza unos niveles adecuados, un déficit silencioso que mina nuestra salud sin que la mayoría sea consciente de ello.

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Esta carencia sigilosa, casi epidémica, no es un asunto trivial que afecte únicamente a la salud ósea, como tradicionalmente se pensaba. El problema cala mucho más hondo, infiltrándose en nuestro bienestar anímico y nuestra energía diaria. El estilo de vida moderno, con sus largas jornadas de oficina, el teletrabajo y el ocio digital, nos ha alejado de la fuente natural y gratuita de este compuesto. Por ello, las consecuencias de este déficit se manifiestan en un cansancio persistente, una apatía generalizada e incluso síntomas depresivos que a menudo se confunden con el estrés o la rutina. Entender esta conexión es el primer paso para recuperar el vigor y el ánimo que creíamos perdidos.

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EL SOL ENGAÑA: LA PARADOJA ESPAÑOLA Y LA VITAMINA OLVIDADA

Fuente Pexels

Resulta paradójico que en la geografía del sol por antonomasia, la carencia de vitamina D sea un mal endémico. La explicación reside en una tormenta perfecta de factores sociales y culturales. La imagen de España como un país de siestas al sol y vida en la calle choca con la realidad de una sociedad plenamente integrada en los ritmos europeos. Las jornadas laborales intensivas y partidas nos confinan en espacios cerrados durante las horas de mayor irradiación solar. De esta forma, la mayor parte de nuestra jornada transcurre en interiores, bajo luz artificial y lejos de los rayos solares que nuestra piel necesita para iniciar la síntesis de este nutriente vital. Hemos cambiado el patio por la oficina y el paseo por el sedentarismo frente a una pantalla.

A esta reclusión autoimpuesta se suma una conciencia muy necesaria, pero a veces mal interpretada, sobre los peligros del sol. Durante décadas, las campañas de salud pública se han centrado, con toda la razón del mundo, en la prevención del melanoma y otros cánceres de piel. Esto ha generado una cultura de protección solar muy arraigada, donde el uso de cremas con factores de protección (SPF) elevados es la norma. Sin embargo, un SPF superior a 15 puede bloquear más del 99% de la producción cutánea de esta vitamina, creando un dilema de salud pública. Protegerse es fundamental, pero esta protección indiscriminada durante todo el año contribuye directamente al déficit generalizado que padecemos, convirtiendo una medida de prevención en un obstáculo para obtener esta crucial vitamina.

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