La vitamina que nos regala el sol es, irónicamente, la que más escasea en los cuerpos de los españoles. Vivimos en una tierra bendecida por la luz, un lugar común en el imaginario colectivo europeo como el destino ideal para broncearse, pero la realidad sanitaria cuenta una historia muy distinta. Estudios recientes, como los avalados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), arrojan una cifra alarmante que roza lo inverosímil: hasta un 80% de la población en España podría presentar niveles insuficientes de este nutriente esencial. Es la gran paradoja de nuestro tiempo, la sorpresa que revela que vivir en uno de los países más soleados de Europa no garantiza unos niveles adecuados, un déficit silencioso que mina nuestra salud sin que la mayoría sea consciente de ello.
Esta carencia sigilosa, casi epidémica, no es un asunto trivial que afecte únicamente a la salud ósea, como tradicionalmente se pensaba. El problema cala mucho más hondo, infiltrándose en nuestro bienestar anímico y nuestra energía diaria. El estilo de vida moderno, con sus largas jornadas de oficina, el teletrabajo y el ocio digital, nos ha alejado de la fuente natural y gratuita de este compuesto. Por ello, las consecuencias de este déficit se manifiestan en un cansancio persistente, una apatía generalizada e incluso síntomas depresivos que a menudo se confunden con el estrés o la rutina. Entender esta conexión es el primer paso para recuperar el vigor y el ánimo que creíamos perdidos.
5CUANDO EL SOL NO BASTA: ALIMENTACIÓN Y SUPLEMENTOS, TUS ALIADOS

Cuando la exposición solar no es suficiente, la dieta se convierte en el segundo pilar para mantener unos niveles adecuados de vitamina D, aunque hay que ser realistas: las fuentes alimentarias son limitadas. Los alimentos más ricos en este nutriente son los pescados grasos como el salmón, la caballa, las sardinas o el atún. También se encuentra en menor medida en la yema de huevo, el hígado de ternera y los champiñones que han sido expuestos a la luz ultravioleta. En España, algunos productos lácteos y cereales de desayuno están fortificados artificialmente con esta vitamina, convirtiéndose en una ayuda útil para complementar el aporte diario, aunque raramente suficiente para corregir un déficit por sí solos.
Ante una insuficiencia confirmada mediante un análisis de sangre, la suplementación se presenta como la herramienta más eficaz y segura, siempre bajo supervisión médica. Es crucial no automedicarse, ya que un exceso de vitamina D puede ser tóxico. El profesional sanitario determinará la dosis adecuada y la duración del tratamiento en función de los niveles de cada persona y sus circunstancias particulares. Consultar al médico de cabecera para solicitar una analítica es el paso más sensato si se experimentan síntomas como fatiga crónica o bajo estado de ánimo, pues la prescripción de un suplemento puede marcar una diferencia radical en el bienestar físico y mental, devolviendo la energía y la vitalidad que la falta de sol nos ha robado.