miércoles, 9 julio 2025

¿Dolor de cabeza frecuente? Este hábito diario podría ser la causa y en verano se vuelve más grave

El dolor de cabeza frecuente es una de esas molestias que, sin ser un mal mayor en la mayoría de los casos, puede amargarte el día a día y reducir tu productividad de forma notable, especialmente cuando se convierte en un compañero habitual y persistente. A menudo buscamos las causas en factores complejos o enfermedades subyacentes, obviando que, en ocasiones, la respuesta se esconde en rutinas o descuidos tan simples como lo que bebemos o, mejor dicho, lo que no bebemos. No es raro escuchar a alguien quejarse de esta dolencia sin haber reparado en algo tan fundamental como su consumo de líquidos a lo largo de la jornada.

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Pensamos en estrés, posturas, falta de sueño o problemas de vista como desencadenantes típicos de esa sensación pulsátil o de opresión craneal que tanto fastidia, pero la realidad es que nuestro cuerpo es una máquina compleja donde cada pequeña pieza influye en el conjunto. Existe un hábito diario, tan arraigado o tan ausente en nuestras vidas según el caso, que guarda una relación directa con la aparición de estas jaquecas o cefaleas tensionales, y su impacto se multiplica cuando el calor aprieta, convirtiendo los meses de verano en un verdadero suplicio para quienes lo padecen sin conocer su origen.

EL ENEMIGO SILENCIOSO QUE SE ESCONDE EN LA RUTINA DIARIA

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Vivimos inmersos en un torbellino de actividad constante, con agendas apretadas y múltiples compromisos que nos hacen ir de un lado a otro sin apenas detenernos a pensar en las necesidades más básicas de nuestro organismo. Este ritmo frenético a menudo nos lleva a descuidar aspectos fundamentales de nuestra salud, pequeños detalles que sumados acaban pasando factura en forma de diversas dolencias, y el dolor de cabeza es una de las manifestaciones más comunes de este desajuste. No se trata de buscar culpables externos o factores extraordinarios; a veces, la raíz del problema reside en acciones u omisiones que repetimos cada día sin darles la menor importancia.

Ese café mañanero que nos activa, la comida rápida para ahorrar tiempo, las horas interminables frente a una pantalla, o simplemente la prisa con la que afrontamos cada jornada, son hábitos que, de forma indirecta, pueden influir en cómo nos sentimos y en la aparición de síntomas molestos. Pero hay uno en particular, relacionado directamente con el funcionamiento interno del cuerpo, que tiene una vinculación probada con las cefaleas, un descuido persistente que mina nuestra vitalidad poco a poco y se manifiesta con esa presión insidiosa detrás de los ojos o en las sienes. Es un factor tan obvio que, paradójicamente, suele pasar desapercibido para la mayoría de quienes sufren este tipo de molestias de forma recurrente.

LA DESHIDRATACIÓN, EL VÍNCULO POCO VALORADO CON EL DOLOR DE CABEZA

LA DESHIDRATACIÓN, EL VÍNCULO POCO VALORADO CON EL DOLOR DE CABEZA
Fuente: Pexels

Si hay un hábito diario que destaca por su capacidad para desencadenar un dolor de cabeza, ese es, sin duda alguna, la deshidratación crónica o incluso leve. Nuestro cuerpo está compuesto en gran parte por agua, vital para el funcionamiento óptimo de todas sus células, tejidos y órganos, incluyendo, por supuesto, el cerebro, y cuando no le proporcionamos la cantidad necesaria para compensar las pérdidas diarias, los sistemas empiezan a funcionar con menos eficiencia. Esta falta de líquido afecta el volumen sanguíneo y puede provocar que los vasos sanguíneos del cerebro se contraigan, un mecanismo de defensa para mantener la presión, pero que a menudo resulta en la sensación de martilleo o pulsación que caracteriza a muchos tipos de cefaleas.

El cerebro, al no recibir el flujo sanguíneo adecuado o al estar en un entorno con menor volumen de líquido cefalorraquídeo, puede experimentar estrés y enviar señales de advertencia que percibimos como dolor de cabeza, un síntoma claro de que algo no va bien en nuestro equilibrio interno. La deshidratación no solo reduce el volumen plasmático, sino que también puede alterar el balance de electrolitos, como el sodio o el potasio, fundamentales para la correcta transmisión nerviosa y muscular, y estas alteraciones contribuyen igualmente a la aparición de síntomas neurológicos, entre ellos, las temidas jaquecas que tanto nos impiden concentrarnos o disfrutar del día.

CUANDO EL CALOR APRIETA: EL FACTOR VERANO Y LA DESHIDRATACIÓN

CUANDO EL CALOR APRIETA: EL FACTOR VERANO Y LA DESHIDRATACIÓN
Fuente: Freepik

La deshidratación, como causa potencial del dolor de cabeza, se convierte en un problema significativamente mayor durante los meses de verano, una época en la que las altas temperaturas y el incremento de la actividad al aire libre nos exponen a un riesgo mucho más elevado de perder líquidos de forma acelerada. El simple hecho de estar expuesto al calor ambiental provoca que el cuerpo active mecanismos de refrigeración como la sudoración, una función fisiológica esencial para mantener la temperatura corporal en rangos seguros, pero que implica una pérdida constante de agua y sales minerales que debe ser repuesta de forma proactiva si no queremos sufrir las consecuencias.

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Las actividades típicas del verano, como tomar el sol, practicar deporte al aire libre, o simplemente caminar bajo el sol abrasador, multiplican esta pérdida de líquidos a través del sudor, y si a esto le sumamos un consumo insuficiente de agua, el déficit se acumula rápidamente, llevando al cuerpo a un estado de deshidratación que puede ser leve al principio, pero que empeora conforme pasan las horas sin una adecuada rehidratación. Es en este contexto donde el dolor de cabeza asociado a la falta de líquidos se vuelve especialmente prevalente, arruinando vacaciones y planes al aire libre para quienes no toman las precauciones necesarias para mantenerse bien hidratados bajo el sol estival que tanto castiga en nuestra geografía, donde las temperaturas pueden dispararse.

LA CLAVE ESTÁ EN PREVENIR: LA HIDRATACIÓN COMO ESCUDO ANTE LA CEFALEA

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Fuente: Freepik

La buena noticia ante esta relación entre deshidratación y dolor de cabeza es que, a diferencia de otros factores desencadenantes más complejos, este es uno sobre el que tenemos control absoluto y podemos actuar de forma directa y efectiva: bebiendo suficiente agua a lo largo del día. Mantener un nivel óptimo de hidratación es, por tanto, una de las estrategias más sencillas y eficaces para prevenir la aparición de estas cefaleas que nos dejan K.O., una medida al alcance de cualquiera que requiere simplemente un poco de disciplina y conciencia sobre la importancia vital del agua para nuestra salud general y cerebral. No se trata solo de calmar la sed cuando aparece, un síntoma que ya indica un grado de deshidratación, sino de mantener un aporte constante que garantice el correcto funcionamiento del organismo en todo momento y evite llegar a ese punto de déficit.

Integrar el hábito de beber agua de forma regular a lo largo del día es fundamental, distribuyendo el consumo en pequeñas tomas en lugar de ingerir grandes cantidades de golpe, lo que puede ser menos efectivo para la absorción y la rehidratación a nivel celular, además de resultar incómodo. Llevar una botella de agua contigo a todas partes, establecer recordatorios o simplemente hacer pausas para beber cada cierto tiempo son prácticas sencillas que marcan una gran diferencia a la hora de mantener a raya esa molestia craneal, evitando que el cuerpo llegue a ese punto crítico en el que la falta de líquidos empieza a generar síntomas, como esa opresión que tanto nos fastidia y que muchos atribuyen erróneamente a otras causas. La hidratación es la base, el cimiento sobre el que construir una buena salud, y su ausencia debilita toda la estructura, propiciando la aparición de dolencias como el dolor de cabeza.

ESTRATEGIAS SENCILLAS PARA CONVERTIR LA HIDRATACIÓN EN UN HÁBITO DIARIO Y VERANIEGO

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Convertir la hidratación en un hábito arraigado no es complicado, requiere simplemente un cambio de perspectiva y la incorporación de algunas rutinas fáciles de seguir en nuestro día a día, adaptándolas especialmente durante los meses de más calor, cuando el riesgo de deshidratación se dispara y, con él, el de sufrir un molesto dolor de cabeza. Empezar el día bebiendo un vaso de agua antes incluso de tomar el café, tener siempre una botella a mano en el escritorio o en la mochila, o programar alarmas en el móvil que nos recuerden beber cada hora o dos horas, son pequeños gestos que suman y garantizan un aporte constante de líquidos. También es importante variar las fuentes de hidratación, incluyendo frutas y verduras con alto contenido de agua en nuestra dieta, como sandía, melón, pepino o tomate, que no solo aportan líquido sino también vitaminas y minerales esenciales que se pierden con el sudor, contribuyendo así a un equilibrio hídrico y electrolítico más completo que previene el dolor de cabeza.

Durante el verano, con el aumento de la exposición al sol y el incremento de la actividad, debemos ser aún más conscientes de la necesidad de rehidratarse de forma activa. Antes de salir de casa, especialmente si vamos a estar expuestos al calor, es recomendable beber un vaso grande de agua, y si vamos a practicar deporte o a pasar mucho tiempo al aire libre, llevar una cantidad suficiente de agua y beber a intervalos regulares, sin esperar a sentir sed, es crucial para evitar el dolor de cabeza y otros síntomas de deshidratación severa como mareos o fatiga. Las bebidas isotónicas pueden ser útiles en casos de ejercicio intenso y prolongado para reponer electrolitos, pero para la hidratación diaria general, el agua sigue siendo la opción más saludable y efectiva para mantener a raya ese dolor de cabeza que tanto nos molesta y que se vuelve más frecuente con el calor, demostrando que a veces la solución a problemas persistentes está en los hábitos más básicos que tendemos a olvidar en el ajetreo de la vida moderna. Asegurarse de que los niños y los ancianos, grupos más vulnerables a la deshidratación, también beben suficiente es una responsabilidad compartida, ya que un dolor de cabeza en ellos puede ser un síntoma más preocupante. No olvides que el alcohol y las bebidas azucaradas en exceso tienen el efecto contrario, deshidratan, así que modera su consumo si quieres evitar el dolor de cabeza y mantenerte fresco, especialmente cuando el termómetro no da tregua.

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