La tecnología contactless ha transformado la manera en que pagamos en nuestro día a día, convirtiendo un gesto tan simple como acercar una tarjeta a un terminal en la forma más rápida y cómoda de realizar compras. Sin embargo, esta misma sencillez que tanto valoramos se ha convertido en una puerta de entrada para una nueva estirpe de ladrones que operan con una sutileza aterradora. Lejos de los tirones y los hurtos tradicionales, estos delincuentes actúan en las aglomeraciones del metro o del autobús sin que nos demos cuenta, utilizando dispositivos portátiles para vaciarnos los bolsillos a distancia y sin dejar más rastro que un pequeño cargo en nuestra cuenta bancaria.
Este método de robo, que parece sacado de una película de espías, es una amenaza real y cada vez más extendida en las grandes ciudades españolas. El delincuente no necesita tocarte, no necesita ver tu tarjeta ni mucho menos conocer tu número PIN. Le basta con estar lo suficientemente cerca de ti durante unos segundos, aprovechando el inevitable roce en un vagón abarrotado a primera hora de la mañana. La víctima sigue su camino ajena a todo, mientras el ladrón ya ha conseguido su botín. Es un crimen casi perfecto, silencioso y que aprovecha la confianza que hemos depositado en la tecnología contactless para operar con total impunidad.
3EL ARMA DEL DELITO: ¿QUÉ ES Y CÓMO CONSIGUEN UN DATÁFONO?

El elemento central de este fraude es el TPV portátil, un dispositivo que, en teoría, solo debería estar en manos de comercios y profesionales legítimos. Entonces, ¿cómo llega a manos de un delincuente? Las vías para obtenerlo son diversas y demuestran la sofisticación de estas tramas. Una de las más comunes es la creación de una empresa fantasma, una sociedad pantalla dada de alta con documentación falsa o utilizando testaferros, con el único fin de solicitar al banco un contrato de TPV. Una vez que consiguen el datáfono, la empresa ficticia se convierte en el receptor de todos los fondos robados a través de los pagos contactless.
Otra vía es el mercado negro, donde es posible adquirir dispositivos robados o manipulados, aunque es una opción más arriesgada para ellos. Incluso se han dado casos de pequeños comerciantes sin escrúpulos que alquilan sus propios datáfonos a terceros a cambio de una comisión por cada transacción fraudulenta. El dinero recaudado se ingresa en la cuenta asociada al TPV, y desde allí se retira rápidamente en efectivo o se transfiere a otras cuentas para borrar el rastro. Es un entramado que requiere una cierta planificación para blanquear los pequeños importes sustraídos de forma masiva y evitar que las autoridades puedan rastrear el dinero.