Los árboles han sido durante siglos símbolos de sabiduría y longevidad, pero no todos saben que también son auténticos archivos naturales del tiempo. A través de sus anillos internos, los árboles pueden contar su historia con una precisión sorprendente. Cada anillo marca no solo un año de vida, sino también las condiciones ambientales que vivieron durante ese periodo, como lluvias, sequías, incendios e incluso plagas. Lo que parece un simple corte en un tronco, en realidad esconde un registro completo de la vida del árbol y del entorno que lo rodeó.
Interpretar correctamente estos anillos es una práctica científica conocida como dendrocronología. Aunque a muchos nos lo explicaron de forma superficial en la escuela, contar anillos no es tan simple como parece. Los árboles responden de forma distinta según la especie, el clima y el tipo de suelo en el que crecen, por lo que su lectura exige algo más que una mirada rápida. Esta disciplina se ha convertido en una herramienta fundamental para científicos que estudian el cambio climático, la historia ambiental y hasta fenómenos geológicos.
1Los árboles como calendarios del pasado

Los árboles muestran en su interior una secuencia de anillos concéntricos que marcan cada año de crecimiento. Cada anillo está compuesto por una parte clara y otra oscura; la clara representa la primavera o época de crecimiento abundante, mientras que la oscura señala el cierre del ciclo, generalmente en otoño. Al contar estas franjas oscuras es posible estimar la edad del ejemplar, aunque se deben tener en cuenta posibles irregularidades causadas por condiciones climáticas extremas o daños físicos.
Lo fascinante de los árboles es que no solo registran su edad, sino también los eventos que afectaron su entorno. Sequías intensas, heladas inesperadas, incendios forestales o invasiones de insectos dejan marcas específicas en los anillos. Así, los árboles se convierten en narradores silenciosos de fenómenos naturales que podrían haber pasado desapercibidos si no fuera por su testimonio interno.