martes, 15 julio 2025

Un enfermero alerta de los peligros de beber una botella de agua muy fría

El agua, ese recurso vital y tan necesario durante los días de calor, es también una de las grandes protagonistas del verano. Cuando las temperaturas suben y el cuerpo empieza a sentir el efecto del bochorno, lo más común es abrir la nevera y tomar una botella de agua helada, como si ese gesto pudiera borrar el sofoco acumulado en segundos. Beber agua muy fría parece ofrecer un alivio inmediato, casi milagroso, pero según advierte un profesional sanitario, este hábito tan extendido podría no ser tan inofensivo como se cree.

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Jorge Ángel, enfermero con amplia experiencia y presencia activa en redes sociales, ha generado gran impacto con un reciente video en el que alerta sobre los riesgos de ingerir agua excesivamente fría, especialmente después de haber estado expuestos al calor o de haber realizado actividad física intensa. En su explicación, destaca que aunque el instinto nos lleve a buscar ese golpe refrescante, el cuerpo humano no está preparado para adaptarse de manera tan brusca a un cambio extremo de temperatura. Por eso, insiste en que la hidratación debe hacerse con cabeza, y no solo con sed.

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El agua helada puede alterar tu sistema digestivo y muscular

Fuente: Pexels

El agua, cuando se encuentra a temperaturas muy bajas y se consume en grandes cantidades de forma repentina, puede causar efectos adversos en el organismo. Uno de los problemas más comunes, explica el enfermero, es la aparición de calambres abdominales o musculares. Esto sucede porque los músculos y órganos internos reaccionan al contraste térmico con una contracción defensiva, lo que puede provocar dolor o incluso espasmos involuntarios. A esto se le suma que el sistema digestivo también se ve afectado; en algunas personas, el agua helada puede causar diarrea, mientras que en otras puede generar el efecto contrario, es decir, estreñimiento por ralentización de la actividad intestinal.

Pero los riesgos no acaban ahí, pues Jorge Ángel advierte que, en los casos más extremos, el consumo de agua muy fría puede llegar a causar un shock térmico, una respuesta brusca del organismo ante el cambio repentino de temperatura. Esta alteración puede descompensar la presión arterial, dificultar el flujo sanguíneo normal y, si no se toman las medidas adecuadas, incluso desembocar en un infarto de miocardio. Aunque estos casos son poco frecuentes, no dejan de ser posibles, especialmente en personas con afecciones cardiovasculares previas o en quienes someten al cuerpo a esfuerzos intensos bajo altas temperaturas.

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