La posibilidad de que tu móvil se convierta en un detector de mentiras suena a ciencia ficción, ¿verdad? Parece sacado de una película de espías o de esas series policiacas donde la tecnología lo resuelve todo en cuestión de segundos. Sin embargo, la idea de que un dispositivo tan cotidiano como un smartphone pueda analizar el tono de voz o incluso el lenguaje corporal para discernir si alguien dice la verdad, o si está intentando colarnos una trola de campeonato, está más presente en nuestro día a día de lo que pensamos. Las aplicaciones que prometen esta capacidad ya pueblan las tiendas digitales, ofreciendo al usuario medio una herramienta que, supuestamente, va más allá de la intuición humana.
Detrás de esta intrigante propuesta, se esconde la aplicación de algoritmos y tecnologías que buscan identificar patrones sutiles en nuestra comunicación, tanto verbal como no verbal. Estas apps afirman basarse en principios que, de forma tradicional, se han asociado a la detección del engaño, aunque la comunidad científica es mucho más cauta a la hora de validar su eficacia en un entorno no controlado. La proliferación de estas herramientas plantea no solo la eterna cuestión de su fiabilidad real, sino también una serie de interrogantes éticos y de privacidad que merecen una pausa para la reflexión.
4LA CIENCIA DETRÁS DE LA PANTALLA: ¿MITO O REALIDAD?

A pesar del atractivo de tener un detector de mentiras en el bolsillo, es crucial examinar qué dice la ciencia al respecto. La realidad es que la detección del engaño es un proceso complejo y multifacético, y la comunidad científica advierte que confiar únicamente en el análisis de la voz o el lenguaje corporal, sin un contexto adecuado y sin considerar otros factores psicológicos y situacionales, es poco fiable. Los estudios que han intentado validar la eficacia de estas herramientas tecnológicas de forma aislada a menudo muestran resultados limitados, con tasas de precisión que distan mucho de ser infalibles.
Existe una brecha significativa entre las promesas de las aplicaciones comerciales y el consenso científico sobre la detección del engaño. Mientras algunas apps se promocionan como detectores de mentiras precisos y fiables, la investigación académica subraya que no existen señales universales y totalmente fiables de la mentira. El nerviosismo, el miedo o simplemente la incomodidad ante la situación pueden generar respuestas fisiológicas y no verbales similares a las que, supuestamente, delatarían a un mentiroso, llevando a posibles errores de interpretación tanto en humanos como en algoritmos automatizados.