viernes, 18 julio 2025

El aviso de la Aesan sobre el atún rojo: la cantidad máxima que deberías comer a la semana por su alto contenido en mercurio

El consumo de atún rojo se ha convertido en un placer gastronómico extendido por toda la geografía española, un manjar apreciado tanto en la alta cocina como en las mesas familiares por su sabor intenso y su textura inconfundible. Sin embargo, detrás de este gigante de los mares se esconde una advertencia sanitaria que no debe tomarse a la ligera. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) ha puesto el foco sobre este túnido, un debate que ha cobrado nueva intensidad, poniendo en el punto de mira la cantidad que podemos ingerir sin riesgo, según las últimas directrices sanitarias. La presencia de mercurio, un metal pesado tóxico, obliga a modular su ingesta para evitar posibles complicaciones de salud, transformando un bocado de placer en una cuestión de prudencia y conocimiento.

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Esta situación nos coloca ante una encrucijada como consumidores: ¿cómo equilibrar el disfrute de uno de los pescados más valorados con la necesidad de proteger nuestro organismo? La clave no está en la prohibición, sino en la información y la moderación. La sombra del mercurio, un elemento que se acumula en los tejidos del atún rojo a lo largo de su extensa vida, nos obliga a ser conscientes de las recomendaciones oficiales. Es una llamada a la responsabilidad individual, un riesgo silencioso que obliga a los consumidores a estar más informados que nunca, especialmente a los colectivos más vulnerables como embarazadas y niños, quienes deben seguir pautas mucho más estrictas para salvaguardar su bienestar.

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EL GIGANTE DEL MAR Y SU SECRETO TÓXICO

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El atún rojo, conocido científicamente como Thunnus thynnus, es uno de los depredadores más imponentes y veloces del océano, una máquina biológica perfectamente adaptada que puede alcanzar tamaños colosales y vivir durante décadas. Su posición en la cúspide de la pirámide alimenticia marina es precisamente el origen del problema que nos ocupa. Se alimenta de una gran variedad de peces más pequeños, los cuales ya contienen ciertas cantidades de mercurio en sus organismos. A lo largo de su vida, y al ocupar la cima de la cadena trófica marina, acumula en sus tejidos concentraciones de metilmercurio muy superiores a las de otras especies, un proceso conocido como bioacumulación. Este fenómeno convierte a este titán marino en un reservorio de este metal pesado, una realidad biológica ineludible que condiciona directamente su seguridad alimentaria para el consumo humano.

El mercurio es un contaminante medioambiental presente de forma natural en la corteza terrestre, pero cuya concentración en los ecosistemas acuáticos se ha visto incrementada por la actividad humana, como la industria o la quema de combustibles fósiles. Una vez en el agua, sufre una transformación química por la acción de bacterias que lo convierten en metilmercurio, una potente neurotoxina que, una vez en el medio acuático, se adhiere con facilidad a las proteínas del músculo del pescado que ingerimos, siendo esta la forma más tóxica y fácilmente absorbible por nuestro cuerpo. La problemática con el atún rojo no reside en un contaminante añadido, sino en su propia naturaleza depredadora, que lo hace más susceptible de acumular este elemento a niveles que requieren una supervisión y un consumo controlado por parte de la población.

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