viernes, 18 julio 2025

El aviso de la Aesan sobre el atún rojo: la cantidad máxima que deberías comer a la semana por su alto contenido en mercurio

El consumo de atún rojo se ha convertido en un placer gastronómico extendido por toda la geografía española, un manjar apreciado tanto en la alta cocina como en las mesas familiares por su sabor intenso y su textura inconfundible. Sin embargo, detrás de este gigante de los mares se esconde una advertencia sanitaria que no debe tomarse a la ligera. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) ha puesto el foco sobre este túnido, un debate que ha cobrado nueva intensidad, poniendo en el punto de mira la cantidad que podemos ingerir sin riesgo, según las últimas directrices sanitarias. La presencia de mercurio, un metal pesado tóxico, obliga a modular su ingesta para evitar posibles complicaciones de salud, transformando un bocado de placer en una cuestión de prudencia y conocimiento.

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Esta situación nos coloca ante una encrucijada como consumidores: ¿cómo equilibrar el disfrute de uno de los pescados más valorados con la necesidad de proteger nuestro organismo? La clave no está en la prohibición, sino en la información y la moderación. La sombra del mercurio, un elemento que se acumula en los tejidos del atún rojo a lo largo de su extensa vida, nos obliga a ser conscientes de las recomendaciones oficiales. Es una llamada a la responsabilidad individual, un riesgo silencioso que obliga a los consumidores a estar más informados que nunca, especialmente a los colectivos más vulnerables como embarazadas y niños, quienes deben seguir pautas mucho más estrictas para salvaguardar su bienestar.

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MÁS ALLÁ DEL MERCURIO: LAS DOS CARAS DE LA MONEDA NUTRICIONAL

Fuente: Freepik

Sería injusto demonizar al atún rojo sin reconocer sus extraordinarias propiedades nutricionales, que son la razón principal de su recomendación dentro de una dieta equilibrada, siempre que se respeten las pautas de consumo. Es una fuente excepcional de proteínas de alto valor biológico, fundamentales para la construcción y reparación de tejidos. Pero su mayor tesoro reside en su perfil lipídico; es uno de los pescados más ricos en ácidos grasos omega-3, especialmente EPA y DHA, que son esenciales para la salud cardiovascular y el correcto funcionamiento del cerebro en la edad adulta, lo que plantea una interesante paradoja nutricional. Además, aporta vitaminas liposolubles como la D, y minerales como el selenio, que de hecho, algunos estudios sugieren que podría tener un efecto protector frente a la toxicidad del mercurio.

A pesar de estos notables beneficios, la balanza entre riesgo y beneficio debe ser evaluada con cautela. Para los grupos vulnerables, el riesgo neurotóxico del mercurio supera con creces cualquier ventaja nutricional, justificando plenamente su exclusión. En la población adulta, la decisión se basa en una ponderación informada. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha concluido que el consumo de pescado es beneficioso, pero subraya la importancia de la moderación con las especies de mayor riesgo. En última instancia, la balanza se inclina hacia la prudencia, sugiriendo que los beneficios nutricionales pueden obtenerse de otras fuentes más seguras, sin necesidad de exponerse a los riesgos asociados al consumo frecuente de este gran túnido.

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