viernes, 18 julio 2025

Huye de la gente negativa, el pesimismo es contagioso pero te ayudamos a no caer

El pesimismo, aunque parezca una actitud individual, tiene un poder colectivo que muchas veces pasa desapercibido. Estar en contacto constante con personas negativas puede llegar a alterar nuestro estado de ánimo, nuestras decisiones y hasta nuestra salud física y mental. Lo cierto es que las emociones se contagian, y si bien podemos absorber la alegría de un ambiente festivo, también corremos el riesgo de impregnarnos de la tristeza, el miedo o la apatía de quienes nos rodean.

Publicidad

Esta realidad emocional no es una percepción ligera, pues la ciencia confirma que nuestras neuronas espejo reaccionan ante las emociones ajenas. Así, si alguien se queja de todo, vive en un estado de alerta constante o adopta una visión derrotista del mundo, nuestro cerebro tiende a alinearse con ese tono emocional. El pesimismo se convierte entonces en un virus social que, sin darnos cuenta, baja nuestro ánimo, debilita nuestras capacidades y nos desconecta del deseo de avanzar.

1
El pesimismo no solo afecta tu ánimo, también tu salud

Fuente: Pexels

El pesimismo no es solo una forma de ver la vida con lentes grises; es una emoción que, si se vuelve habitual, impacta directamente en nuestra salud física y mental. Según explica la psicóloga Beatriz González, permanecer en ambientes donde predomina la negatividad puede generar tristeza crónica, aislamiento social, apatía y falta de motivación. Todo ello con consecuencias concretas, como bajo rendimiento laboral, deterioro de las relaciones personales y, en los casos más extremos, problemas de salud como insomnio, ansiedad o incluso trastornos depresivos.

Además, este tipo de emociones crean una especie de “efecto dominó”, es decir que, cuando una persona comienza a ver todo desde un prisma pesimista, quienes le rodean también pueden empezar a adoptar esa visión, lo que crea un entorno tóxico en el que es difícil prosperar. En contextos como crisis económicas, conflictos bélicos o incluso en reuniones familiares cargadas de quejas, el pesimismo puede volverse el lenguaje común. Y si no se detecta y se frena a tiempo, puede convertirse en una espiral difícil de romper.

Atrás
Publicidad
Publicidad