El error en la factura de la luz que te puede estar costando 100€ al año y que puedes cambiar con una llamada es una realidad para miles de hogares en España. Muchos consumidores pagan mes a mes un sobrecoste innecesario, un gasto fijo que se cuela en el recibo sin que la mayoría sea consciente de su origen o de cómo atajarlo, y que engorda el importe final de manera silenciosa pero constante. Este desembolso fantasma no tiene que ver con el consumo de energía, sino con un aspecto técnico del contrato que, afortunadamente, tiene una solución más sencilla de lo que parece y no requiere de obras ni de cambios drásticos en nuestros hábitos cotidianos.
El quid de la cuestión reside en un concepto que todos vemos pero pocos entienden por completo. La solución no requiere de complicadas gestiones ni de conocimientos técnicos avanzados, sino de una simple revisión de uno de los conceptos fijos del contrato eléctrico, una gestión que está al alcance de cualquiera y que puede realizarse con una única llamada telefónica. Entender este pequeño detalle y actuar en consecuencia puede suponer un alivio considerable para el bolsillo a final de año, optimizando un contrato que, en muchos casos, está desactualizado y no se corresponde con las necesidades reales de la vivienda y sus ocupantes actuales.
3EL MAPA DE TUS ELECTRODOMÉSTICOS: NO TODOS CONSUMEN IGUAL NI AL MISMO TIEMPO

Para realizar un cálculo preciso de la potencia necesaria, es fundamental entender que no todos los aparatos eléctricos tienen el mismo impacto. Debemos diferenciar entre los grandes consumidores, como pueden ser el horno, la vitrocerámica, el aire acondicionado o el termo eléctrico, y aquellos de bajo consumo, como la televisión, el ordenador o la mayoría de la iluminación LED. La clave no está solo en la potencia individual de cada uno, sino en la probabilidad de que los más exigentes funcionen a la vez, un escenario que rara vez se produce en la rutina diaria de una familia.
El concepto de simultaneidad es, por tanto, el eje central sobre el que pivota toda la optimización de la potencia contratada y, por ende, de la factura de la luz. Es muy poco probable que una persona esté cocinando en el horno y la vitrocerámica mientras tiene el aire acondicionado a pleno rendimiento y la lavadora en un programa de agua caliente. Al ser conscientes de esto, podemos ajustar la potencia contratada a un escenario de uso máximo realista y no a uno hipotético que nunca ocurre, liberando así una parte del término fijo que pagamos sin necesidad y que puede suponer un ahorro significativo.