El auge del plogging está transformando el paisaje de nuestras ciudades de una manera tan silenciosa como efectiva. Lo que a primera vista podría parecer una escena extraña, la de un corredor deteniéndose para recoger una lata del suelo, es en realidad la punta de lanza de un movimiento global que ha llegado a España para quedarse. Esta práctica, cuyo nombre ya resuena en parques y paseos marítimos de todo el país, fusiona de forma magistral el cuidado personal con el cuidado del entorno. Es la respuesta perfecta a una doble necesidad de nuestro tiempo: mantenernos en forma y combatir la creciente marea de residuos que ensucian nuestros espacios comunes.
Más que una simple moda pasajera, esta tendencia representa un cambio de mentalidad profundo. Demuestra que el activismo medioambiental no está reñido con nuestras rutinas diarias, sino que puede integrarse en ellas de una forma sencilla y gratificante. La idea es tan simple como genial: aprovechar la energía de una carrera para dejar el mundo un poco más limpio de como lo encontramos. Y es precisamente esta sencillez, combinada con un impacto visual y emocional inmediato, lo que ha provocado que miles de ciudadanos se calcen las zapatillas y se armen con guantes y bolsas, convirtiendo el ejercicio físico en un acto de responsabilidad cívica.
1DE SUECIA A LA GRAN VÍA: CÓMO UNA IDEA SENCILLA CONQUISTÓ EL MUNDO

Todo comenzó en Suecia alrededor de 2016. La historia se atribuye a Erik Ahlström, un activista medioambiental que, cansado de ver la basura que afeaba sus rutas de entrenamiento, decidió empezar a recogerla. Lo que empezó como un gesto individual pronto contagió a su comunidad y acuñó un término que hoy es universal. La palabra nace de la fusión del verbo sueco plocka upp, que significa recoger, y el universalmente conocido jogging. Es la demostración palpable de que las mejores ideas son a menudo las más obvias, aquellas que dan respuesta a un problema evidente con una solución que está al alcance de cualquiera.
La expansión global de este movimiento ha sido meteórica, impulsada en gran medida por el poder de las redes sociales. Las imágenes de corredores mostrando orgullosos sus bolsas llenas de residuos tras una sesión de plogging se convirtieron en un fenómeno viral que trascendió fronteras. No se trataba solo de limpiar, sino de visibilizar un problema y de inspirar a otros a través del ejemplo. De Estocolmo saltó a Londres, de ahí a Nueva York y, por supuesto, aterrizó con fuerza en España, donde ha encontrado un terreno fértil en una sociedad cada vez más consciente del impacto ecológico de nuestros hábitos.