sábado, 19 julio 2025

Este es el error que cometes en una rotonda y que la DGT se está llenando los bolsillos

El último aviso de la DGT sobre las rotondas resuena como un eco familiar en la conciencia de miles de conductores, pero la realidad del asfalto demuestra que el mensaje no termina de calar. Hablamos de ese gesto casi instintivo, esa maniobra que muchos ejecutan con la convicción de estar optimizando su ruta, sin ser conscientes del enorme riesgo que entraña. Se trata de la peligrosa costumbre de salir directamente desde un carril interior, cruzando bruscamente la trayectoria de quienes circulan correctamente por el exterior. Una acción que, lejos de ser una muestra de pericia al volante, constituye una infracción grave y una fuente constante de conflictos y accidentes en nuestras carreteras.

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La glorieta, ese elemento diseñado para fluidificar el tráfico y aumentar la seguridad en las intersecciones, se convierte a menudo en un escenario de caos y ley de la selva. La confusión sobre su uso correcto es tan generalizada que ha generado una especie de normativa paralela no escrita, basada en la prisa y el desconocimiento. Muchos conductores sienten una falsa seguridad al trazar una línea recta imaginaria hacia su salida, ignorando por completo la prioridad y el espacio de los demás. A pesar de que las normas son explícitas, la costumbre y la mala praxis se han impuesto en el asfalto, convirtiendo estos nudos de circulación en auténticas pruebas de estrés para los conductores más prudentes.

LA ‘CRUZADA’ INFERNAL: EL FALLO QUE PROVOCA ACCIDENTES Y MULTAS

LA 'CRUZADA' INFERNAL: EL FALLO QUE PROVOCA ACCIDENTES Y MULTAS
Fuente Pexels

La maniobra en cuestión, popularmente conocida como «hacer la cruzada», es la principal causa de colisiones laterales en las glorietas. El conductor que circula por el carril interior y decide tomar una salida de forma abrupta, corta el paso al vehículo que utiliza reglamentariamente el carril exterior para abandonar la rotonda o seguir girando. Esta acción, que obliga al otro conductor a frenar de manera inesperada o a realizar una maniobra evasiva, crea una situación de altísimo riesgo que puede terminar en un aparatoso accidente. La falta de visibilidad y el exceso de confianza son los cómplices perfectos para que este error fatal se repita una y otra vez en nuestras ciudades y carreteras.

El problema fundamental es que el infractor no percibe su acción como un error, sino como un atajo lógico. Sin embargo, para la normativa de tráfico y, por supuesto, para la DGT, la responsabilidad en caso de siniestro es inequívoca. El vehículo que cambia de carril es siempre el responsable de asegurarse de que puede hacerlo sin peligro. Al salir desde el interior, se está realizando un cambio de carril indebido que invade la trayectoria de otro vehículo, por lo que la culpa recaerá sistemáticamente sobre quien comete la imprudencia. Esta es una de las lecciones más caras que un conductor puede aprender en una rotonda.

EL CARRIL INTERIOR NO ES UN ATAJO: LA LÓGICA DE LA NORMA QUE IGNORAS

Para comprender por qué esta maniobra es incorrecta, es crucial entender la función de cada carril en una rotonda. Los carriles interiores no son para tomar salidas, sino para facilitar la fluidez de aquellos vehículos que van a recorrer un tramo más largo de la glorieta, como si de un carril izquierdo en una autovía se tratase. Su propósito es permitir adelantar o continuar circulando sin obstaculizar a quienes van a tomar las primeras salidas. Pensar en la rotonda como una vía curva que se estira, ayuda a visualizar que para salir a la derecha siempre debemos estar en el carril derecho, que en este caso es el exterior.

La regla de oro, la que la DGT no se cansa de repetir en sus campañas informativas, es simple y rotunda: para abandonar una glorieta siempre se debe hacer desde el carril exterior. Si un conductor circula por un carril interior, debe señalizar con antelación su intención de cambiar al carril exterior y realizar la maniobra con seguridad y tiempo suficiente antes de llegar a su salida. La anticipación es clave. Utilizar el carril interior para luego cortar la trayectoria de otros, es una interpretación errónea y peligrosa de la dinámica de la circulación, que anula por completo el propósito para el que fue diseñada la rotonda.

EL GOLPE AL BOLSILLO: CUÁNTO TE CUESTA REALMENTE ESTE ERROR SEGÚN LA DGT

EL GOLPE AL BOLSILLO: CUÁNTO TE CUESTA REALMENTE ESTE ERROR SEGÚN LA DGT
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Más allá del evidente riesgo de accidente, realizar esta maniobra incorrecta puede salir muy caro. Los agentes de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil y las policías locales vigilan activamente este tipo de infracciones. La sanción por realizar un cambio de carril sin respetar la prioridad del resto de vehículos está tipificada como una infracción grave. Esto se traduce en una multa de 200 euros, aunque la cuantía puede variar. Además de la sanción económica, es importante recordar que la DGT puede considerar esta acción como conducción negligente, lo que podría acarrear la pérdida de puntos del carné de conducir si la maniobra genera un riesgo elevado.

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El coste, sin embargo, no se limita a la multa impuesta por la DGT. En caso de provocar una colisión, el conductor infractor será considerado el culpable a efectos del seguro. Esto significa que su compañía aseguradora deberá hacerse cargo de todos los daños materiales y personales ocasionados. A largo plazo, esto se traducirá casi con total seguridad en un incremento notable de la prima del seguro, además de la carga burocrática y el estrés que conlleva la gestión de un parte de accidente. El supuesto ahorro de tiempo al tomar el atajo se convierte en una pérdida considerable de dinero y tranquilidad.

MÁS ALLÁ DE LA SALIDA: OTROS PECADOS CAPITALES EN LAS GLORIETAS

El uso incorrecto de los carriles para salir es el error más grave, pero no el único que plaga las rotondas españolas. Otro fallo de bulto es la ausencia casi sistemática del uso de los intermitentes. Es fundamental señalizar no solo la intención de abandonar la glorieta, sino también la de cambiar del carril interior al exterior. No hacerlo impide que el resto de usuarios puedan anticipar nuestros movimientos, creando incertidumbre y obligando a los demás a adivinar nuestras intenciones. Una correcta señalización es un acto de comunicación y cortesía que reduce drásticamente el riesgo y mejora la fluidez del tráfico para todos.

Otro comportamiento peligroso, a menudo fruto de la inseguridad o de una cortesía mal entendida, es detenerse en mitad de la rotonda para ceder el paso a un vehículo que pretende incorporarse. La norma es clara: quien está dentro de la glorieta tiene siempre la prioridad. Detener el coche en medio del anillo, provoca un riesgo de alcance por parte de los vehículos que vienen por detrás y rompe por completo el ritmo de la circulación. La cesión de paso debe hacerse siempre antes de entrar en la rotonda, nunca cuando ya se está circulando por ella, tal y como recuerda la DGT.

CONVIÉRTETE EN EL REY DE LA ROTONDA: LA GUÍA DEFINITIVA PARA CIRCULAR SIN SOBRESALTOS

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Circular correctamente por una glorieta no es una cuestión de suerte, sino de aplicar unas pocas reglas con anticipación y calma. Antes de llegar, debemos observar el tráfico y decidir qué carril nos conviene en función de la salida que vamos a tomar. Si es una de las primeras, nos situaremos directamente en el carril exterior. Si nuestra salida está pasada la mitad de la rotonda, podemos entrar al carril interior para no entorpecer, pero siempre con la vista puesta en el momento de cambiar al exterior. La DGT insiste en que la preparación previa es el 90% del éxito en la maniobra.

Pero, ¿qué ocurre si nos encontramos en el carril interior y, por la densidad del tráfico, no podemos cambiar al carril exterior con seguridad para tomar nuestra salida? La respuesta es tan sencilla como tranquilizadora: dar otra vuelta completa a la rotonda. Esta acción no es un signo de torpeza, sino de máxima responsabilidad y prudencia. Es preferible perder treinta segundos dando un nuevo giro que provocar un accidente por una maniobra forzada. Recordar esta regla de oro, que demuestra un profundo respeto por las normas y por la seguridad de todos, es lo que verdaderamente distingue a un buen conductor y lo que la DGT promueve como la práctica más segura.

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