Galicia sorprende una vez más con un paisaje que no solo enamora por su belleza natural, sino también por su riqueza histórica. Lejos del bullicio de las playas más concurridas, este enclave pontevedrés se presenta como un refugio ideal para los viajeros que buscan calma, autenticidad y una conexión profunda con el entorno. A pocos kilómetros del Atlántico, entre montes cubiertos de vegetación y caminos silenciosos, se esconde una ruta mágica que reúne piscinas naturales y vestigios prehistóricos en perfecta armonía.
La sierra de A Groba, en pleno corazón del municipio de Oia, da cobijo a las Pozas de Mougás, pequeños espejos de agua cristalina formados por riachuelos que serpentean entre las rocas. Pero el atractivo de este lugar va más allá de lo paisajístico, pues en sus inmediaciones, grabados rupestres con más de 4.000 años de antigüedad narran historias ancestrales. Galicia demuestra aquí que no es solo tierra de mar y lluvia, sino también de memorias inscritas en la piedra.
3Monumentos, saltos de agua y emociones fuertes

Galicia no se queda corta en sorpresas. En las cercanías de Mougás, se encuentra Río de A Fervenza, una espectacular cascada que se desploma desde ocho metros de altura en forma de X, visible desde la carretera en temporada de lluvias. Este espectáculo natural se suma al atractivo de practicar deportes de aventura como el barranquismo, para quienes buscan adrenalina en plena naturaleza.
Y para cerrar el recorrido con una nota histórica imponente, Galicia ofrece el monasterio cisterciense de Santa María de Oia, único en Europa en estar junto al mar. Este complejo monumental, iniciado en el siglo XII y con más de 7.500 m², fue clave en la defensa de la costa y es hoy Bien de Interés Cultural. Galicia, en este rincón escondido entre pozas y petroglifos, demuestra que su esencia vive en el equilibrio entre el agua, la piedra y la memoria.