La ensaladilla rusa es uno de esos platos que despiertan nostalgia, apetito y sensación de verano en cada bocado. Aunque su origen se remonta a la Rusia zarista, en España se ha convertido en una receta imprescindible cuando suben las temperaturas. Cada familia tiene su propia versión, pero hay algo que nunca cambia, y es que cuando está bien hecha, con ingredientes frescos y cariño, brilla en cualquier mesa.
Lejos de las versiones rápidas hechas con bolsas congeladas o mayonesa de bote, esta receta clásica invita a recuperar el sabor auténtico. Porque sí, hay una enorme diferencia entre una ensaladilla rusa hecha al detalle y una que solo busca salir del paso. El truco está en los tiempos, en respetar las texturas y en lograr ese equilibrio de sabores que la convierten en el plato estrella de cualquier comida veraniega.
3El toque final que hace de esta ensaladilla rusa un clásico insuperable

Antes de servir, la ensaladilla rusa se puede decorar con tiras de pimiento, aceitunas o incluso una yema rallada, pero sin caer en excesos. La presentación debe ser limpia y apetitosa, porque también se come con los ojos. Servida bien fría y acompañada de pan crujiente o picos, es ideal como entrante, aperitivo o incluso como plato principal en una comida ligera.
En verano, pocas cosas resultan tan satisfactorias como una buena ensaladilla rusa hecha con mimo. No hay necesidad de reinventar la rueda, pues esta receta clásica, bien ejecutada, sigue marcando la diferencia. Recuperar el sabor de siempre, con ingredientes reales y sin prisas, es la clave para que este plato sencillo vuelva a conquistar cualquier mesa bajo el sol.