El fenómeno de Raynaud, ese gran desconocido para muchos, podría ser la explicación a esa sensación de tener siempre las manos y los pies helados, un síntoma que a menudo se despacha con un simple «es que soy muy friolero». Sin embargo, esta condición va mucho más allá de una simple sensibilidad a las bajas temperaturas. Se trata de un trastorno vascular real y diagnosticable que afecta a un porcentaje no despreciable de la población, convirtiendo un simple paseo en un día fresco o el contacto con un objeto frío en el desencadenante de un episodio tan molesto como llamativo. Es hora de prestar atención a las señales que nos manda nuestro cuerpo.
La creencia popular de que tiritar o sentir las extremidades frías es una respuesta normal del organismo al frío ha provocado que el Raynaud permanezca en la sombra durante demasiado tiempo. Muchas personas conviven con sus síntomas durante años sin buscar un diagnóstico, asumiendo que es parte de su constitución. No obstante, este trastorno puede llegar a ser incapacitante y, en algunos casos, ser la primera señal de alerta de una enfermedad subyacente más grave. Comprender qué es, por qué ocurre y cómo se manifiesta, es el primer paso fundamental para mejorar la calidad de vida de quienes lo padecen y para saber cuándo es el momento de consultar a un especialista.
DE LOS DEDOS BLANCOS AL PÁNICO: ASÍ SE MANIFIESTA EL ATAQUE

Un episodio típico de Raynaud es inconfundible y sigue una secuencia cromática casi teatral. Primero, los dedos de las manos o de los pies se vuelven pálidos, de un blanco ceroso y fantasmal. Esto ocurre porque las pequeñas arterias que irrigan la piel sufren un espasmo y se contraen de forma exagerada, interrumpiendo el flujo sanguíneo. A continuación, los dedos pueden adquirir una tonalidad azulada o violácea (cianosis), una señal inequívoca de que los tejidos no están recibiendo el oxígeno que necesitan. Esta fase puede ir acompañada de una sensación de entumecimiento y torpeza motriz, dificultando tareas tan sencillas como abrocharse un botón o escribir un mensaje.
La fase final del ataque se produce cuando el flujo sanguíneo se restablece. Los dedos se tornan de un rojo intenso y brillante, y el retorno de la circulación suele provocar una sensación de hormigueo, palpitaciones e incluso un dolor punzante y agudo. Este proceso de recalentamiento puede ser tan incómodo o más que la fase de frío inicial. Aunque un episodio de Raynaud suele durar entre quince y veinte minutos, la experiencia puede ser alarmante para quien no está familiarizado con ella, generando una considerable ansiedad ante la llamativa transformación de sus propias manos.
EL FRÍO NO ES EL ÚNICO ENEMIGO: LOS DISPARADORES INESPERADOS DEL RAYNAUD
El desencadenante más conocido y evidente de un ataque de Raynaud es la exposición al frío. No es necesario enfrentarse a temperaturas bajo cero; a veces basta con entrar en una sala con el aire acondicionado muy fuerte, abrir la puerta del congelador o simplemente sostener una bebida fría sin protección. El cuerpo responde a este cambio brusco de temperatura de forma desproporcionada, una sobreactuación del sistema nervioso simpático, que interpreta una bajada de temperatura como una amenaza existencial y ordena un cierre casi total de las pequeñas arterias periféricas para conservar el calor en los órganos vitales.
Menos conocido pero igualmente potente como disparador es el estrés emocional. Una discusión, un susto, la ansiedad ante un examen o una presentación en público pueden provocar un episodio de Raynaud en toda regla, incluso en un ambiente cálido. La razón es que el estrés activa la misma respuesta de «lucha o huida» que el frío intenso, liberando adrenalina que provoca la constricción de los vasos sanguíneos. Esta conexión entre la mente y el cuerpo subraya la complejidad del fenómeno de Raynaud, demostrando que no se trata únicamente de una reacción física al entorno.
¿POR QUÉ MIS ARTERIAS SE VUELVEN LOCAS? LA CIENCIA DETRÁS DEL TRASTORNO

El mecanismo central del fenómeno de Raynaud es un vasospasmo, es decir, una contracción súbita e involuntaria de los músculos que rodean a las pequeñas arterias y arteriolas, especialmente en los dedos de manos y pies, aunque también puede afectar a la nariz, los lóbulos de las orejas o los pezones. En una persona sin este trastorno, estos vasos también se contraen con el frío para preservar el calor corporal, pero lo hacen de forma moderada. En alguien con Raynaud, la respuesta es exagerada, brusca y mucho más intensa de lo necesario, provocando ese corte dramático en la circulación sanguínea que da lugar a los síntomas.
Aunque el mecanismo exacto que causa esta hiperreactividad vascular no se comprende del todo, se cree que implica una compleja interacción entre los nervios que controlan los vasos sanguíneos y los propios vasos. Se barajan hipótesis que apuntan a una mayor sensibilidad de los receptores nerviosos al frío o a un desequilibrio en las sustancias locales que regulan la dilatación y contracción vascular. La predisposición genética también parece jugar un papel importante, ya que es común que varios miembros de una misma familia padezcan el trastorno, sugiriendo que hay factores hereditarios que contribuyen a la aparición del Raynaud.
PRIMARIO O SECUNDARIO: LA PREGUNTA CLAVE QUE DETERMINA TU SALUD
Es crucial diferenciar entre dos tipos de presentación de este trastorno. El más común es el fenómeno de Raynaud primario, también conocido como enfermedad de Raynaud. En este caso, la condición no está asociada a ninguna otra enfermedad subyacente. Suele aparecer en la adolescencia o en adultos jóvenes, es más frecuente en mujeres y sus síntomas, aunque molestos, raramente son graves o provocan daños permanentes en los tejidos. Para quienes padecen la forma primaria, el manejo se centra principalmente en evitar los desencadenantes y en medidas de confort para controlar los episodios.
El panorama cambia radicalmente cuando hablamos del fenómeno de Raynaud secundario. Aquí, el trastorno es un síntoma de otra patología, a menudo una enfermedad autoinmune del tejido conectivo como la esclerodermia, el lupus eritematoso sistémico, el síndrome de Sjögren o la artritis reumatoide. El Raynaud secundario suele aparecer en edades más tardías, sus síntomas son a menudo más severos y existe un mayor riesgo de complicaciones, como la aparición de úlceras dolorosas en las yemas de los dedos que tardan en cicatrizar. Por este motivo, un diagnóstico preciso es fundamental para tratar la enfermedad de base que lo está causando.
GUÍA DE SUPERVIVENCIA: CÓMO MANTENER A RAYA EL FENÓMENO DE RAYNAUD

Vivir con Raynaud implica adoptar una serie de estrategias preventivas en el día a día para minimizar la frecuencia y la intensidad de los ataques. La clave es mantener el cuerpo caliente, no solo las extremidades. Vestir por capas, usar siempre guantes y calcetines gruesos en invierno, evitar los cambios bruscos de temperatura y utilizar calentadores de manos y pies son medidas básicas y muy efectivas. En casa, es útil tener guantes de cocina aislantes para coger alimentos del congelador y regular el termostato para evitar un ambiente demasiado frío, especialmente por la noche.
Además de las medidas físicas, es importante gestionar los otros disparadores. Aprender técnicas de manejo del estrés como la meditación o el yoga puede ser de gran ayuda para quienes sufren episodios inducidos por la ansiedad. Dejar de fumar es absolutamente fundamental, ya que la nicotina es un potente vasoconstrictor que empeora notablemente los síntomas del Raynaud. Si los episodios son muy frecuentes, severos o si aparecen heridas en la piel, es imprescindible acudir al médico de cabecera o a un reumatólogo, quienes podrán realizar un diagnóstico adecuado y, si es necesario, pautar un tratamiento farmacológico para dilatar los vasos sanguíneos.