jueves, 24 julio 2025

El «estoy cansado, pero no puedo dormir» existe y se llama fatiga adrenal: Por qué la medicina ya la empieza a reconocer como un síndrome del siglo XXI

La fatiga es quizás el síntoma más universal de nuestro siglo, una queja constante que resuena en oficinas, hogares y conversaciones de café. Sin embargo, existe una variante de este agotamiento que resulta especialmente frustrante y paradójica: la sensación de estar completamente exhausto durante el día, pero ser incapaz de conciliar el sueño por la noche. Este fenómeno, que muchos despachan como una simple consecuencia del estrés, tiene un nombre que empieza a ganar reconocimiento en los círculos médicos: fatiga adrenal. Se trata de un estado de agotamiento profundo, una sensación de estar física y mentalmente vacío que no se alivia con el descanso convencional, sumiendo a quien la padece en un ciclo vicioso de cansancio e insomnio.

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Lejos de ser una invención o una moda pasajera, esta condición responde a una realidad fisiológica cada vez más estudiada. El estrés crónico, ese ruido de fondo incesante en la vida moderna, somete a nuestras glándulas suprarrenales a una presión desmedida, alterando la producción de cortisol, la hormona que regula nuestra respuesta a la tensión. El resultado es un descalabro en nuestro reloj biológico, una desregulación hormonal provocada por un ritmo de vida insostenible que nos deja sin energía cuando la necesitamos y nos activa cuando deberíamos descansar. Es el peaje que nos cobra una sociedad que nunca duerme, un síndrome del siglo XXI que la medicina empieza a tomarse muy en serio.

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EL CORTISOL DESBOCADO: LA HORMONA QUE NOS ROBA EL SUEÑO Y LA ENERGÍA

Fuente: Freepik

Para entender la paradoja del «cansado pero no puedo dormir», es fundamental comprender el papel del cortisol. En un organismo sano, esta hormona sigue un ritmo circadiano muy definido: alcanza su pico más alto por la mañana, sobre las ocho, para darnos la energía necesaria para empezar el día, y desciende a su nivel más bajo por la noche, permitiendo que el cuerpo se relaje y se prepare para el sueño. En condiciones normales, el cortisol debería seguir un ciclo predecible que nos prepara para la acción y el reposo, actuando como el director de orquesta de nuestro metabolismo y estado de alerta.

El problema surge cuando el estrés crónico dinamita este delicado equilibrio. Las glándulas suprarrenales, en un intento desesperado por mantenernos en estado de alerta constante, empiezan a liberar cortisol de forma errática. Esto suele traducirse en niveles bajos por la mañana, lo que explica la fatiga extrema y la dificultad para levantarse, y picos elevados por la noche. Este cortisol nocturno es el principal culpable del insomnio, ya que el cuerpo se encuentra en un estado de alerta constante que impide la conciliación del sueño y la entrada en las fases de descanso profundo, perpetuando el ciclo de fatiga.

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