Las tortitas de patata son ese clásico reconfortante que nunca falla. Perfectas como guarnición, plato principal o incluso como aperitivo, estas pequeñas delicias combinan sencillez con sabor. La clave para que salgan bien está en lograr ese equilibrio ideal entre el exterior dorado y crujiente, y un interior suave, jugoso y lleno de sabor. No es magia, es técnica, y con unos cuantos trucos caseros cualquiera puede dominarla.
Además, las tortitas de patata admiten muchas variaciones que pueden ser con cebolla, queso, hierbas aromáticas o incluso con un toque de ajo. Pero más allá de los añadidos, lo esencial es saber trabajar la patata desde el principio; el tipo que se elige, la forma de rallarla y, sobre todo, cómo eliminar el exceso de líquido. Si se sigue el proceso correcto, el resultado serán unas tortitas irresistibles, doradas al punto justo y con un corazón tierno que se deshace en la boca.
2Preparación para dar textura y sabor únicos

Una vez que se tienen todos los ingredientes listos, toca mezclarlos con mimo. En un bol grande se combina la patata bien escurrida con el resto de los ingredientes hasta obtener una masa homogénea, ni muy líquida ni demasiado seca. Es importante no trabajarla en exceso para que conserve una textura ligera. Después, se forman pequeñas porciones con las manos o con ayuda de una cuchara, dándoles forma de tortita del tamaño de la palma.
Para lograr ese exterior crujiente que caracteriza a las mejores tortitas de patata, lo ideal es freírlas en una sartén con aceite caliente, pero sin que humee. Se cocinan a fuego medio-alto unos 3-4 minutos por cada lado, hasta que estén bien doradas. Si se prefiere una versión más ligera, se pueden hornear con un poco de aceite por encima a 200 °C durante unos 20 minutos, dándoles la vuelta a mitad de cocción.