El tradicional saludo en Oñati rompe con todas las convenciones sociales que conocemos en el resto de Europa, estableciendo un precedente único y fascinante. En esta localidad guipuzcoana del País Vasco, el ‘musukia’, un beso en los labios entre hombres, es mucho más que un simple gesto de cortesía; es un vestigio vivo de la historia que se remonta al siglo XVI. La práctica, lejos de ser un acto íntimo o romántico en el sentido moderno, representa la máxima expresión de confianza y hermandad entre amigos y conocidos, una costumbre que se ha transmitido de padres a hijos, conservando su esencia como un pacto de lealtad y fraternidad sellado con un beso.
Imaginar una escena así en cualquier otra plaza de España o del continente resultaría, como poco, chocante y probablemente malinterpretado. Sin embargo, en Oñati forma parte del ADN cultural de sus gentes, un pilar de su identidad colectiva que ha sobrevivido a siglos de cambios sociales, políticos y culturales. Esta singularidad nos obliga a preguntarnos qué tiene de especial esta tierra para haber forjado una tradición tan profundamente arraigada que desafía las nociones modernas de espacio personal, demostrando que las raíces culturales pueden ser más fuertes que las normas sociales contemporáneas. El misterio de su origen y pervivencia es, en sí mismo, un viaje apasionante a las profundidades del alma vasca.
2MÁS QUE UN BESO: EL ‘MUSUKIA’ COMO SÍMBOLO DE CONFIANZA ABSOLUTA

El verdadero significado del ‘musukia’ trasciende el contacto físico para adentrarse en el terreno de lo simbólico. Este saludo es un lenguaje en sí mismo, una comunicación no verbal que expresa lo que las palabras a menudo no pueden: confianza ciega, respeto profundo y una amistad a prueba de todo. Cuando dos hombres de Oñati se saludan de esta manera, están reafirmando un lazo que, en muchos casos, ha sido heredado de sus antepasados, un compromiso de honestidad y transparencia que se renueva con cada encuentro. Es la materialización de la frase «mi casa es tu casa» llevada a su máxima expresión.
A diferencia de otros gestos de afecto, como el abrazo o el apretón de manos, el beso en la boca elimina cualquier barrera física y, por extensión, cualquier resquicio de desconfianza. La evolución de este saludo ha permitido que se mantenga puro en su intención original, sin contaminarse con las connotaciones que la cultura moderna le ha atribuido a este tipo de beso. No hay erotismo ni pasión, solo la pura y dura confirmación de un vínculo fraternal e incondicional, un hecho que lo convierte en un tesoro antropológico que sigue fascinando a quienes lo descubren por primera vez.