El tradicional saludo en Oñati rompe con todas las convenciones sociales que conocemos en el resto de Europa, estableciendo un precedente único y fascinante. En esta localidad guipuzcoana del País Vasco, el ‘musukia’, un beso en los labios entre hombres, es mucho más que un simple gesto de cortesía; es un vestigio vivo de la historia que se remonta al siglo XVI. La práctica, lejos de ser un acto íntimo o romántico en el sentido moderno, representa la máxima expresión de confianza y hermandad entre amigos y conocidos, una costumbre que se ha transmitido de padres a hijos, conservando su esencia como un pacto de lealtad y fraternidad sellado con un beso.
Imaginar una escena así en cualquier otra plaza de España o del continente resultaría, como poco, chocante y probablemente malinterpretado. Sin embargo, en Oñati forma parte del ADN cultural de sus gentes, un pilar de su identidad colectiva que ha sobrevivido a siglos de cambios sociales, políticos y culturales. Esta singularidad nos obliga a preguntarnos qué tiene de especial esta tierra para haber forjado una tradición tan profundamente arraigada que desafía las nociones modernas de espacio personal, demostrando que las raíces culturales pueden ser más fuertes que las normas sociales contemporáneas. El misterio de su origen y pervivencia es, en sí mismo, un viaje apasionante a las profundidades del alma vasca.
5OÑATI, UNA ISLA CULTURAL: ¿POR QUÉ ESTE SALUDO NO EXISTE EN NINGÚN OTRO LUGAR?

La pregunta inevitable es por qué una práctica tan singular floreció y se conservó en Oñati y no en otros lugares con contextos históricos similares. La respuesta parece estar en una combinación de factores, incluyendo el relativo aislamiento geográfico de la villa durante siglos y su fuerte autogobierno como condado independiente hasta el siglo XIX. Este saludo convierte a Oñati en un caso de estudio, un enclave que desarrolló y protegió sus propios códigos sociales con un celo extraordinario, creando una especie de microclima cultural impermeable a las influencias externas.
Mientras que en el resto de la península y de Europa los saludos evolucionaron hacia fórmulas menos íntimas como el apretón de manos o los besos en la mejilla, Oñati se mantuvo fiel a su herencia. Este compromiso con sus raíces ha permitido que hoy podamos ser testigos de un fenómeno social verdaderamente excepcional. El ‘musukia’ no es solo un beso en la boca, sino la firma indeleble de un pueblo que ha sabido proteger su esencia a lo largo del tiempo, un recordatorio de que la diversidad cultural europea se esconde, a veces, en los gestos más inesperados.