El gluten se ha convertido en el enemigo silencioso de muchas dietas modernas. Lo que comenzó como una necesidad real para quienes padecen celiaquía, se ha transformado en una moda alimentaria adoptada por miles de personas sin diagnóstico alguno. Influencers, cuentas de bienestar y hasta celebridades han contribuido a que cada vez más individuos opten por eliminar el gluten bajo la promesa de perder peso, desinflamar el cuerpo o “mejorar la salud”, sin considerar las consecuencias reales de esta decisión.
Esta tendencia, impulsada más por percepciones populares que por evidencias científicas, puede acarrear riesgos importantes. Así lo explica Mireia Hurtado, psicóloga sanitaria y dietista, quien en su libro Alimentación compasiva desmonta algunas de las creencias más extendidas sobre el gluten. Según Hurtado, eliminarlo de la dieta sin ser celiaco o intolerante puede parecer beneficioso a corto plazo, pero con el tiempo puede desequilibrar la nutrición, afectar la salud mental y favorecer trastornos de la conducta alimentaria.
1El gluten no es el villano que muchos creen

El gluten es una proteína presente en cereales como el trigo, la cebada o el centeno. Para quienes tienen celiaquía o sensibilidad al gluten no celíaca, su consumo puede desencadenar graves síntomas. Sin embargo, en personas sanas, su eliminación no ofrece beneficios demostrados. Al suprimir alimentos con gluten, también se eliminan nutrientes esenciales como las vitaminas del grupo B, el hierro, el zinc o el magnesio, fundamentales para el funcionamiento del cuerpo.
La creencia de que el gluten engorda o inflama carece de respaldo científico. Lo que realmente ocurre es que muchas personas al dejar de consumirlo, también reducen drásticamente su ingesta de carbohidratos, lo que puede generar una pérdida de peso inicial. Pero esta pérdida es engañosa. Según Hurtado, a la larga puede aparecer el efecto rebote y una relación tensa con la comida, donde el miedo a ciertos alimentos deriva en atracones, culpa y ansiedad.