sábado, 26 julio 2025

Doña Letizia estrena camarilla en Zarzuela para dejar atrás sus polémicas

El anuncio del relevo en el equipo de la reina Letizia marca un nuevo capítulo en la gestión de su figura pública, en un momento en que la monarquía busca blindar su reputación en medio de un goteo de escándalos, tensiones internas y pérdida progresiva de popularidad.

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A partir del 1 de septiembre, la periodista Marta Carazo, hasta ahora presentadora del ‘Telediario 2’ en La 1, pasará a ser la nueva jefa de la Secretaría de la Reina en sustitución de María Ocaña. El movimiento, que no es casual ni aislado, forma parte de una operación cuidadosamente orquestada para renovar la imagen de la consorte real y recuperar el control de su proyección pública.

Desde Zarzuela se insiste en que se trata de un relevo natural, pero las circunstancias y los tiempos sugieren otra cosa. La salida de María Ocaña, que había acompañado a Letizia desde sus primeros años como princesa de Asturias, coincide con un giro evidente en la estrategia comunicativa de la Casa Real.

Y es precisamente en ese ámbito donde también se produce otra sustitución clave: Rosa Lerchundi será, desde ya, la nueva directora de Comunicación de la Casa del Rey, relevando a Jordi Gutiérrez, quien deja el cargo tras más de tres décadas en el entorno institucional.

PERIODISMO

Estas dos incorporaciones no son menores: ambas profesionales vienen del mundo del periodismo y, más concretamente, de RTVE, un terreno que Letizia conoce bien. Su nombramiento ha sido interpretado como un movimiento impulsado directamente por la mujer del jefe del Estado, que ha logrado colocar en puestos clave a personas de su confianza o al menos próximas a su manera de entender la comunicación institucional.

El mensaje es claro: Letizia quiere reforzar su presencia y controlar el relato, sobre todo después de los recientes episodios que han vuelto a sacudir la imagen de la monarquía. La reina ha tenido que lidiar en los últimos años con una creciente exposición mediática, no siempre favorable.

Su ya célebre encontronazo con la reina emérita doña Sofía a las puertas de la Catedral de Palma, durante la misa de Pascua de 2018, dejó una huella imborrable en la opinión pública. El gesto de frialdad, amplificado por los vídeos virales y las lecturas simbólicas, expuso una grieta en la familia real que nadie había mostrado tan explícitamente hasta entonces.

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Carazo Moncloa
Marta Carazo. Foto: Europa Press.

Pero el verdadero terremoto mediático llegó con la irrupción de Jaime del Burgo, cuñado del rey Felipe VI hasta su divorcio con Telma Ortiz. Del Burgo, empresario y abogado con conexiones políticas y mediáticas, deslizó en redes sociales insinuaciones de una relación íntima con Letizia durante años, incluso después de su boda con el entonces príncipe.

El eco mediático de sus insinuaciones resultó ensordecedor. Un libro de Jaime Peñafiel y las publicaciones digitales erosionaron todavía más la imagen de una reina que siempre ha querido marcar distancia con la prensa del corazón. Todo esto ha generado un clima de tensión permanente en Zarzuela, donde las divisiones entre los sectores más conservadores y el núcleo más moderno e institucionalista no han dejado de crecer.

La llegada de Carazo y Lerchundi, mujeres de perfil profesional, discreto y leal, podría interpretarse como un intento de la reina por blindarse frente a posibles filtraciones y reconstruir su autoridad dentro del aparato de la Casa Real. No es casual, además, que ambas incorporaciones se produzcan en paralelo a un refuerzo del aparato de relaciones públicas y comunicación visual de la monarquía.

En los últimos meses, Letizia ha reaparecido con un tono más distendido, protagonizando actos culturales, encuentros sociales y hasta entrevistas muy medidas en medios internacionales, en un claro intento de retomar la iniciativa mediática. Pero el reto sigue siendo enorme: la institución vive un momento delicado, con el rey emérito autoexiliado en Abu Dabi, una credibilidad institucional en mínimos históricos y una generación joven que mira con indiferencia, cuando no con abierta hostilidad, a la monarquía.

Letizia, con una trayectoria marcada por su obsesión por la perfección y el control, parece estar tomando las riendas de su destino mediático. Pero cambiar la percepción pública no será tarea fácil. La sombra de los escándalos, las fricciones familiares y el juicio implacable de la opinión pública siguen ahí.

El nuevo equipo podrá aportar profesionalidad y rigor, pero difícilmente podrá borrar los episodios incómodos del pasado ni contener los que aún puedan surgir. Con esta maniobra, Letizia busca no solo recomponer su imagen, sino afianzar su posición dentro de una institución que la sigue viendo, en parte, como una figura externa.

El tiempo dirá si este lavado de cara comunicativo es suficiente o si, por el contrario, llega demasiado tarde en un país cada vez más crítico con la institución que representa.

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