Muchos de los medicamentos que guardamos en el botiquín de casa para dolencias tan comunes como un resfriado, una alergia o un dolor muscular pueden convertirse en nuestro peor enemigo en un control de tráfico. El problema es que el resultado de un control de drogas en carretera puede dar un vuelco inesperado a nuestra vida, un escenario que nadie contempla al tomar un simple antigripal, y que puede acarrear consecuencias legales y económicas muy serias. Esta situación, cada vez más frecuente en las carreteras españolas, sitúa a cientos de conductores en una posición de indefensión y sorpresa mayúscula, enfrentándose a sanciones por un positivo que no se corresponde con el consumo de ninguna sustancia ilegal.
La paradoja es que estos conductores son, en su mayoría, ciudadanos responsables que jamás consumirían estupefacientes antes de ponerse al volante. La clave de este embrollo reside en la estructura molecular de ciertos fármacos completamente legales y de venta habitual. Existe una notable similitud química entre sus componentes y las sustancias ilegales que buscan los test, una coincidencia molecular que los reactivos no siempre logran diferenciar, generando una alarma donde no debería existir. Comprender qué fármacos pueden desencadenar esta reacción y cómo actuar si nos ocurre es fundamental para evitar que un tratamiento médico se transforme en una pesadilla legal de consecuencias imprevisibles.
5MÉDICOS, FARMACÉUTICOS Y CONDUCTORES: UNA RESPONSABILIDAD COMPARTIDA

La problemática de los falsos positivos por consumo de medicamentos evidencia una responsabilidad que va más allá del propio conductor. Los profesionales sanitarios juegan un papel clave en la prevención de estas situaciones. A menudo, la información sobre cómo un fármaco puede afectar a los test de drogas no se comunica de forma proactiva al paciente. Por ello, la responsabilidad no recae únicamente en el conductor, sino que se extiende al personal sanitario, cuyo deber es informar sobre los posibles efectos secundarios y las interacciones de los fármacos, incluyendo la posibilidad de dar positivo en un control de tráfico. Una simple advertencia del médico o del farmacéutico podría evitar la mayoría de estos incidentes.
A pesar de todo, es el conductor quien tiene la última palabra y la obligación de informarse, leyendo el prospecto de los medicamentos y consultando cualquier duda antes de ponerse al volante. Muchos prospectos ya incluyen advertencias sobre los efectos en la conducción y, en algunos casos, sobre la posible interferencia con análisis de drogas. Ignorar estas indicaciones o asumir que un medicamento legal no puede traer problemas es un error que puede salir muy caro. La prevención, la información y una actuación rápida y documentada en caso de positivo son las únicas armas de las que dispone el ciudadano para defenderse de una acusación injusta en la carretera.