La maniobra que podría acarrear una inesperada multa es una de las más comunes y, paradójicamente, una de las peor entendidas en las carreteras secundarias españolas: ese gesto de apartarse al arcén para facilitar que un vehículo más rápido nos adelante. Es un acto que la mayoría de conductores considera una muestra de cortesía, de civismo al volante, una especie de código no escrito para agilizar el tráfico en vías de un solo carril por sentido. Sin embargo, esta costumbre tan arraigada es una peligrosa trampa en la que el conductor bienintencionado se convierte, a ojos de la ley, en el único infractor, una realidad que choca de frente con la lógica popular y que puede terminar con una sanción económica y la perplejidad de quien solo pretendía ayudar.
Este malentendido generalizado pone de manifiesto el profundo desconocimiento de ciertos artículos clave del Reglamento General de Circulación. La sorpresa es mayúscula cuando el conductor que se ha apartado recibe una notificación en su domicilio, ya que la creencia popular asume que, en todo caso, la responsabilidad recaería sobre quien adelanta. Pero la normativa es tajante y no deja lugar a interpretaciones. Desmontar esta falsa creencia no es solo una cuestión de evitar una multa innecesaria, sino que es un asunto fundamental de seguridad vial que implica comprender por qué una acción aparentemente solidaria, está catalogada como una infracción grave que pone en riesgo a todos los usuarios de la vía.
1EL GESTO CORTÉS QUE TE LLEVA DIRECTO A LA SANCIÓN

En el imaginario colectivo del conductor español, sobre todo de aquel que frecuenta carreteras convencionales, la imagen es recurrente. Un coche circula a la velocidad permitida pero un vehículo más potente se le pega detrás, mostrando con impaciencia su deseo de adelantar. En ese momento, el primer conductor, en un acto de aparente compañerismo, se echa a un lado, invade el arcén y le hace una señal para que pase. Se siente un buen conductor, un facilitador. Lo que ignora es que acaba de cometer una infracción que, si es captada por un radar, un helicóptero de la DGT o una patrulla de la Guardia Civil, le convertirá en el único destinatario de una dolorosa multa.
Esta costumbre, casi una tradición transmitida de padres a hijos al volante, se basa en una premisa completamente errónea: la de que el arcén es una especie de carril auxiliar para estas situaciones. La realidad es que se está realizando una maniobra prohibida que altera las condiciones de seguridad de la vía. El conductor que se aparta, por muy buenas que sean sus intenciones, está utilizando un espacio de la calzada que no está diseñado para la circulación, creando una situación de riesgo impredecible. La paradoja es cruel, ya que el intento de evitar un posible adelantamiento peligroso por parte del otro vehículo, puede acabar generando un peligro aún mayor y, para colmo, una multa para quien solo quería ser amable.