Resulta casi una entelequia pensar en un glaciar bajo el sol implacable de Andalucía, pero la realidad, como tantas veces, supera a la ficción más audaz. En las alturas de Sierra Nevada, resguardado en la umbría de una mole de piedra conocida como el Corral del Veleta, sobrevive un testigo de épocas más frías. No es una lengua de hielo como las que imaginamos en los Alpes, sino algo mucho más sutil y, si cabe, más valioso: un helero, un cuerpo de hielo fósil que se aferra a la existencia bajo un manto de rocas. Este último suspiro de la edad de hielo en la península, se ha convertido en un imán para curiosos y científicos por igual, un lugar donde la geología y la historia climática se pueden tocar, literalmente, con las manos, desvelando los secretos de un pasado que se desvanece a un ritmo alarmante.
La experiencia trasciende la mera excursión de montaña; es un viaje en el tiempo. Al llegar a las inmediaciones del Veleta, a más de 3.000 metros de altitud, el paisaje es sobrecogedor, pero la verdadera joya está oculta a simple vista. Los guías locales, armados con martillos de geólogo, invitan a los visitantes a participar en un ritual casi sagrado: levantar una de las losas de pizarra que actúan como un escudo protector y descubrir el hielo milenario que yace debajo. La posibilidad de romper un pequeño fragmento, revela en su interior un azul intenso y cristalino, una cápsula del tiempo que contiene aire y datos de un mundo que ya no existe, una maravilla natural que lucha contra el inexorable avance del cambio climático.
UN TESORO HELADO BAJO EL SOL ANDALUZ
En las entrañas del macizo montañoso de Sierra Nevada, a una altitud donde el aire escasea y el sol golpea con una fuerza inusitada, se esconde una de las reliquias naturales más fascinantes y amenazadas de la Península Ibérica. Se trata del último gran helero de la región, un remanente de lo que en su día fue un glaciar activo. Aunque técnicamente hoy se le considera un «glaciar rocoso» o un cuerpo de hielo fósil, su existencia en una latitud tan meridional es un auténtico milagro de la naturaleza. Protegido de la radiación solar directa por la imponente pared norte del pico Veleta, este helero ha sobrevivido durante siglos gracias a un delicado equilibrio microclimático, un equilibrio que ahora se encuentra en una situación de extrema fragilidad debido al aumento global de las temperaturas.
Este enclave no es solo una curiosidad geográfica, sino un laboratorio natural de incalculable valor. Su supervivencia depende de la capa de detritos rocosos que lo cubre, una especie de manta que lo aísla del calor estival y permite que el hielo del subsuelo, compactado a lo largo de incontables inviernos, se mantenga congelado. Sin embargo, los estudios más recientes son alarmantes: el permafrost, el suelo permanentemente helado que lo sustenta, está en claro retroceso. La visita a este lugar se convierte, por tanto, en una experiencia agridulce, una oportunidad única de conectar con el pasado geológico de nuestro país y, al mismo tiempo, una cruda advertencia sobre la velocidad a la que nuestro planeta está cambiando, transformando para siempre paisajes que creíamos eternos. Este vestigio de glaciar es un símbolo de resistencia.
EL CORRAL DEL VELETA: LA CUNA DEL HIELO ETERNO
El Corral del Veleta es un circo glaciar de manual, una imponente hondonada con forma de anfiteatro excavada por la acción del hielo durante la Pequeña Edad de Hielo. Su orientación, mirando hacia el norte, es la clave de su prodigiosa capacidad para conservar la nieve y el hielo. Durante los meses de invierno, las nieves se acumulan en su interior, protegidas de los vientos y, fundamentalmente, de la insolación. Las paredes verticales del Veleta, que se elevan casi 500 metros, proyectan una sombra casi perpetua sobre el helero, creando las condiciones idóneas para que la nieve se transforme en hielo denso y persistente. Es este particular microclima, una anomalía en el corazón de la soleada Andalucía, lo que permitió la existencia de un verdadero glaciar hasta bien entrado el siglo XX y lo que ahora permite la supervivencia de sus últimos restos.
Acceder a este santuario natural es relativamente sencillo durante el verano, gracias a la carretera más alta de Europa, que serpentea por las faldas de Sierra Nevada y facilita el acercamiento a la zona de altas cumbres. Desde la Hoya de la Mora, parten senderos que, en una caminata de varias horas, conducen a los pies del coloso. El contraste es brutal: se parte de un entorno casi estival para adentrarse en un paisaje de alta montaña donde las rocas desnudas y los neveros persistentes dominan el panorama. Es un recordatorio palpable de que Sierra Nevada es un macizo de extremos, un lugar donde el Mediterráneo casi se puede tocar con la vista mientras se pisa un suelo que esconde un corazón de hielo milenario, un glaciar latente.
VIAJE AL CORAZÓN AZUL: LA EXPERIENCIA DE TOCAR UN GLACIAR
La culminación de la visita al Corral del Veleta es, sin duda, el momento de la revelación. A simple vista, el helero parece un simple canchal, una acumulación caótica de lajas de pizarra y rocas metamórficas. No hay señales evidentes del tesoro que se oculta debajo. Es aquí donde la figura del guía se vuelve imprescindible. Con pericia y respeto por el entorno, levantan una de las pesadas piedras, desvelando una ventana a otro tiempo. Debajo, compacto y sólido, aparece el hielo. No es el hielo blanco y opaco de un congelador, sino una masa translúcida, con vetas y burbujas que cuentan una historia de siglos de compresión. Es un momento de conexión profunda con la fuerza primigenia de la naturaleza, un instante que redefine la percepción de Andalucía.
El ofrecimiento de un martillo geológico para extraer un fragmento es el clímax de la experiencia. Al golpear la superficie helada, un trozo se desprende, y es al sostenerlo en la mano cuando se manifiesta su verdadera magia. La luz del sol atraviesa el fragmento y revela un color azul profundo, casi irreal, fruto de la densidad del hielo y la ausencia de impurezas. En ese pequeño pedazo de glaciar se encierran burbujas de aire antiguo, un archivo prístino de la atmósfera de hace cientos de años. Es un contacto directo y tangible con el pasado climático del planeta. Sostener ese hielo azul, sentir su frío extremo mientras el sol andaluz calienta la cara, es una paradoja que queda grabada en la memoria, un recuerdo imborrable de la fragilidad y la belleza de nuestro mundo.
MÁS QUE HIELO: UN ARCHIVO CLIMÁTICO A PUNTO DE DESAPARECER
El hielo fósil del Corral del Veleta es mucho más que una simple curiosidad turística; es una de las bibliotecas climáticas más importantes del sur de Europa. Cada capa de hielo, formada año tras año, ha atrapado partículas de polvo, polen, cenizas volcánicas y, lo más importante, burbujas de aire de su tiempo. Analizar estos testigos de hielo, o «cores», permite a los científicos reconstruir con una precisión asombrosa las condiciones ambientales del pasado. Se puede saber cómo era la atmósfera, qué vegetación existía en los alrededores e incluso detectar eventos de contaminación lejanos. Por esta razón, la comunidad científica internacional sigue con enorme interés y preocupación el estado de este helero, consciente de que cada metro cúbico que se derrite es una página de la historia de la Tierra que se borra para siempre.
La carrera por salvar este conocimiento es frenética. Equipos de investigación de diversas universidades españolas y europeas acuden cada verano para monitorizar el estado del hielo, medir su retroceso y extraer muestras antes de que sea demasiado tarde. Los datos que se obtienen son cruciales para entender la dinámica del cambio climático en las áreas de montaña mediterráneas, especialmente sensibles a las variaciones de temperatura. La desaparición de este último gran glaciar rocoso no solo supondría la pérdida de un icono paisajístico, sino también el cierre definitivo de un archivo paleoambiental de valor incalculable, un libro escrito por la naturaleza a lo largo de milenios que estamos a punto de perder sin haberlo leído por completo.
EL FUTURO INCIERTO DEL ÚLTIMO GIGANTE DE HIELO IBÉRICO
El destino del helero del Veleta está intrínsecamente ligado a la evolución del clima global. Los modelos climáticos no son optimistas para las montañas del sur de Europa. El aumento sostenido de las temperaturas medias anuales, registrado de forma constante en Sierra Nevada, está provocando un deshielo acelerado del permafrost y del hielo fósil. Aunque la cubierta de rocas ofrece una protección considerable, actuando como aislante térmico, los veranos cada vez más largos y calurosos están ganando la batalla. El calor penetra lentamente a través de las piedras, derritiendo el hielo desde la superficie hacia abajo, en un proceso lento pero implacable que amenaza con la desaparición total del glaciar en las próximas décadas.
Esta regresión no es solo una pérdida para la ciencia o el paisaje, sino que tiene implicaciones ecológicas y para los recursos hídricos. Los glaciares y heleros actúan como reguladores, liberando agua de forma paulatina durante los meses secos. Su desaparición, sumada a la menor acumulación de nieve, dibuja un futuro complejo para los ecosistemas de alta montaña y para el abastecimiento de agua en la región. El último glaciar de Andalucía es, por tanto, un centinela, un indicador avanzado de los cambios que están por venir. Su supervivencia, un desafío que trasciende lo local y se convierte en un símbolo global de nuestra relación con el medio ambiente, depende directamente de las acciones que tomemos para frenar el calentamiento del planeta, una responsabilidad que nos atañe a todos.