viernes, 1 agosto 2025

La regla de los «dos dedos», el consejo de los dermatólogos para aplicar el protector solar

La insistencia de los dermatólogos en la fotoprotección diaria ha calado en la sociedad, pero un velo de frustración sigue ensombreciendo los resultados de muchos. A pesar de invertir en cremas con factores de protección elevados y de aplicarlas con una disciplina casi marcial, las quemaduras solares, las manchas incipientes y esa sensación de piel agredida tras un día al aire libre siguen siendo una realidad desconcertante para una gran parte de la población. La clave, sin embargo, no reside en la calidad del producto, sino en un error de cálculo casi universal que invalida sus propiedades y que, por suerte, tiene una solución tan sencilla como visual.

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El gesto de extender la crema solar por el rostro cada mañana se ha convertido en un ritual de autocuidado para millones de personas que buscan preservar la salud y la juventud de su piel. Sin embargo, la gran mayoría lo hace de forma incorrecta, aplicando una cantidad tan insuficiente que el Factor de Protección Solar (FPS) indicado en el envase se reduce drásticamente, dejando la piel expuesta a los efectos nocivos de la radiación ultravioleta sin saberlo. Esta brecha entre la intención y el resultado genera una falsa sensación de seguridad que puede tener consecuencias a largo plazo, un problema que una simple regla mnemotécnica, avalada por expertos, promete resolver de una vez por todas, cambiando para siempre nuestra relación con el sol.

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EL ARTE DE ELEGIR Y REAPLICAR: TU ESCUDO SOLAR A PRUEBA DE TODO

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Elegir el protector adecuado es tan importante como aplicarlo bien. La recomendación unánime es optar por productos de «amplio espectro», que protegen tanto de la radiación UVB (causante de las quemaduras) como de la UVA (responsable del envejecimiento). El factor mínimo debería ser de 30, aunque los dermatólogos suelen aconsejar un FPS 50+ para una seguridad mayor, especialmente en pieles claras o durante el verano. Además, es crucial fijarse en si el producto es resistente al agua, un factor indispensable si se va a nadar o a practicar deporte al aire libre. La formulación, ya sea en crema, loción o bruma, dependerá de las preferencias personales y del tipo de piel.

La protección solar no dura indefinidamente sobre la piel; su eficacia disminuye con el paso de las horas y se pierde con el sudor, el agua y el roce de la toalla. Por este motivo, la reaplicación es un paso no negociable para mantener la barrera protectora activa. La norma general es volver a aplicar el producto cada dos horas, o incluso con más frecuencia si ha habido un baño o una sudoración intensa. De nada sirve una aplicación perfecta por la mañana si no se renueva a lo largo del día, siendo esta constancia el verdadero secreto para una piel protegida de forma continua y eficaz. Este es, quizás, el consejo final en el que todos los dermatólogos coinciden como el broche de oro de una fotoprotección exitosa.

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