martes, 29 julio 2025

La playa que desaparece cada invierno: el fenómeno geológico que intriga a los científicos en Asturias

La insólita playa de Gulpiyuri, en el concejo asturiano de Llanes, representa uno de los caprichos más fascinantes de la naturaleza en toda la península ibérica. Cada año, con la llegada de los meses más fríos y el azote del Cantábrico, este pequeño paraíso interior parece desvanecerse, sepultado por la arena y el ímpetu de las mareas, solo para renacer, casi por arte de magia, con los primeros albores de la primavera. Este ciclo de desaparición y resurgimiento no es obra de ningún encantamiento, sino el resultado de un complejo proceso geológico que ha dado lugar a una de las playas más pequeñas y singulares del mundo. Un enclave que, pese a su reducido tamaño, atrae a curiosos, geólogos y amantes de lo extraordinario, todos ellos deseosos de comprender y presenciar en primera persona el misterio de su existencia intermitente.

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La magia de este lugar reside en su propia definición, una playa interior de aguas saladas que, a simple vista, carece de una conexión directa con el mar. Se encuentra enclavada en mitad de un prado verde, a más de cien metros de los acantilados que la separan del Cantábrico. El secreto, sin embargo, se oculta bajo tierra, en una red de galerías y conductos subterráneos excavados pacientemente por el agua en la roca caliza. Es a través de este sistema kárstico por donde se filtra el agua del mar, llenando esta pequeña hondonada con cada subida de la marea y creando un espectáculo que desafía la lógica y alimenta la imaginación de quienes la visitan. Un rincón que demuestra que las maravillas más grandes, a menudo, se esconden en los formatos más pequeños e inesperados.

PLAYA GULPIYURI EL SECRETO BAJO TUS PIES: CÓMO NACE UNA PLAYA SIN MAR

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El origen de Gulpiyuri es una lección magistral de geología, un proceso que se remonta a miles de años atrás. Todo comienza con la naturaleza de la propia costa oriental de Asturias, compuesta en gran medida por roca caliza, un material relativamente soluble al agua. Con el paso de los milenios, el agua de lluvia y las corrientes subterráneas fueron disolviendo la roca, creando un vasto sistema de cuevas y galerías. En un punto determinado, el techo de una de estas cuevas subterráneas cedió, formando lo que en geología se conoce como una dolina, una depresión en el terreno. Este hundimiento, fruto de la lenta pero implacable disolución de la roca caliza por el agua, fue el primer paso para la creación de este singular enclave.

La segunda parte del milagro geológico la protagonizó el mar Cantábrico. La incesante acción de las olas contra los acantilados cercanos fue excavando una cueva que, eventualmente, conectó con la dolina previamente formada. Esta galería subterránea, de unos cincuenta metros de longitud, actúa hoy como un canal directo, aunque invisible desde la superficie. Dicho de otro modo, es una especie de cordón umbilical que la conecta directamente con el Cantábrico, permitiendo que el agua salada inunde la depresión con el ritmo de las mareas y depositando la arena fina que conforma esta miniatura de playa. Es la prueba viviente de que la tierra y el mar colaboran en la creación de paisajes verdaderamente únicos.

EL CICLO DE LA VIDA EN GULPIYURI: DESAPARICIÓN Y RENACIMIENTO ANUAL

El fenómeno que hace desaparecer a Gulpiyuri durante el invierno es tan natural como su propia creación. Durante los meses de otoño e invierno, las condiciones meteorológicas en el Cantábrico se endurecen notablemente. Las borrascas atlánticas generan un oleaje mucho más potente y mareas vivas de mayor coeficiente. Esta energía es la que transporta mayores volúmenes de arena y sedimentos a través del conducto subterráneo. Este proceso se intensifica cuando las marejadas del Cantábrico golpean con más fuerza la costa, provocando que la pequeña cuenca de Gulpiyuri se colmate progresivamente, quedando su lecho arenoso completamente cubierto y dando la impresión de que ha sido engullida por el prado circundante.

Con la llegada de la primavera y el verano, el ciclo se invierte. El mar se calma, las mareas se suavizan y la energía del oleaje disminuye. Las corrientes, ahora más débiles, ya no tienen la fuerza para arrastrar la misma cantidad de sedimento hacia el interior, e incluso colaboran en la retirada del exceso acumulado. Poco a poco, el agua vuelve a clarear y la arena dorada emerge de nuevo, devolviendo a la vista su característica estampa. Así, esta efímera playa reaparece, en un proceso de autorregulación que parece sacado de un cuento de fantasía, lista para recibir a los visitantes que esperan con ansia su renacimiento anual, un espectáculo de resiliencia natural.

UN TESORO PROTEGIDO: EL ESTATUS DE MONUMENTO NATURAL DE ESTA PLAYA ÚNICA

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La singularidad y fragilidad de Gulpiyuri no pasaron desapercibidas para las autoridades. El 26 de noviembre de 2001, el Gobierno del Principado de Asturias declaró este espacio como Monumento Natural, una figura de protección que reconoce sus excepcionales valores geológicos y paisajísticos. Esta declaración oficial supuso un antes y un después en la gestión y conservación del enclave, ya que implica una serie de normativas destinadas a salvaguardar su integridad frente a la creciente presión turística. La distinción, que convierte a esta pequeña playa en un caso de estudio de interés internacional, lo que subraya su incalculable valor paisajístico y geológico, asegura que su delicado equilibrio sea respetado por las generaciones presentes y futuras.

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La protección como Monumento Natural conlleva una gran responsabilidad. Se prohíben actividades que puedan alterar el ecosistema, como la acampada, el uso de sombrillas de gran tamaño o la introducción de especies no autóctonas. El objetivo es minimizar el impacto humano en un entorno de dimensiones muy reducidas y de un equilibrio muy precario. El reto consiste en compatibilizar el disfrute público de esta maravilla con su necesaria conservación. Es, en definitiva, una responsabilidad compartida entre administraciones y visitantes para su preservación, garantizando que el frágil ecosistema de esta playa interior pueda seguir existiendo para el asombro de todos.

LA EXPERIENCIA DEL VISITANTE: CONSEJOS PARA DESCUBRIR LA MAGIA DE GULPIYURI

Planificar una visita a Gulpiyuri requiere tener en cuenta un factor crucial que determina por completo la experiencia: el estado de la marea. Acudir durante la bajamar puede ser decepcionante, ya que la dolina puede encontrarse prácticamente vacía, mostrando solo un charco de agua estancada o la arena húmeda. Para poder verla en su máximo esplendor, con su lámina de agua cristalina renovándose y permitiendo incluso un pequeño baño, es imprescindible ir durante la pleamar. Por ello, es fundamental consultar la tabla de mareas para no llevarse una decepción, un gesto sencillo que transforma una simple visita en un recuerdo inolvidable. El acceso se realiza a pie, a través de un sendero agrícola desde el pueblo de Naves o desde la cercana playa de San Antolín.

Es importante ser consciente de las particularidades del lugar para gestionar las expectativas. Gulpiyuri es extremadamente pequeña, con apenas cuarenta metros de longitud en su punto máximo. Durante la temporada alta, especialmente en los días soleados con marea alta, el espacio puede llenarse rápidamente, restándole parte de su encanto solitario. Además, no existen servicios en esta rústica playa, ni aseos, ni chiringuitos, ni papeleras. Se trata de un entorno completamente natural y así debe permanecer. Por esta razón, su reducido tamaño hace que la sensación de masificación pueda aparecer rápidamente, por lo que se recomienda visitarla fuera de los meses de julio y agosto o a primera hora del día para una experiencia más auténtica.

MÁS ALLÁ DE LA ARENA: EL ENTORNO PRIVILEGIADO DE LA COSTA DE LLANES

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El encanto de esta pequeña playa no termina en su orilla. Gulpiyuri se encuentra enmarcada en el Paisaje Protegido de la Costa Oriental de Asturias, un territorio de una belleza sobrecogedora. Los prados de un verde intenso que la rodean llegan hasta el mismo borde de unos imponentes acantilados de roca caliza, desde donde se puede escuchar el bramido del mar que se esconde a la vista. Es un lugar perfecto para comprender la fuerza del Cantábrico, observando fenómenos como los cercanos Bufones de Arenillas, unos surtidores de agua pulverizada que se activan con el oleaje fuerte. El conjunto ofrece un paisaje que combina el verde intenso de los prados asturianos con el azul del mar, creando un contraste visual que cautiva los sentidos y permanece en la memoria.

Explorar los alrededores de Gulpiyuri es, de hecho, una parte esencial de la visita. La senda costera que recorre la zona permite descubrir otros tesoros cercanos, como la majestuosa playa de San Antolín de Bedón, con su monasterio románico, o la pintoresca localidad de Naves. El propio concejo de Llanes es un microcosmos de la belleza asturiana, con más de treinta playas, villas marineras con encanto, una gastronomía exquisita y las estribaciones de los Picos de Europa como telón de fondo. En definitiva, Gulpiyuri es la puerta de entrada perfecta, una invitación a explorar un concejo lleno de tesoros naturales que hace de cualquier playa de la zona una visita obligada para los amantes de la naturaleza y los paisajes únicos.

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