El descafeinado no está libre de cafeína, una realidad que muchos consumidores desconocen cuando eligen esta bebida pensando que es completamente inocua para su descanso nocturno o su sistema nervioso. La creencia popular lo sitúa como un placebo perfecto para quienes aman el sabor del café pero no desean sus efectos estimulantes, una especie de hermano gemelo inofensivo. Sin embargo, la ciencia y la normativa alimentaria destapan una verdad matizada, una que revela la presencia, aunque mínima, de cafeína en cada taza. Esta cantidad residual, perfectamente legal y regulada, puede ser insignificante para la mayoría, pero se convierte en un factor determinante para un segmento creciente de la población especialmente sensible a esta molécula.
La cuestión, por tanto, no es si el descafeinado tiene cafeína, sino cuánta contiene y a partir de qué umbral esa dosis residual empieza a contar. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha arrojado luz sobre este asunto, estableciendo límites y recomendaciones que nos sirven de guía. Para muchos, disfrutar de varias tazas a lo largo del día no supondrá ningún problema, pero para otros, incluso una cantidad considerada pequeña puede ser la diferencia entre una noche de sueño reparador y una de vueltas en la cama. Comprender dónde se encuentra ese límite personal y qué factores influyen en él es la clave para seguir disfrutando del ritual del café sin pagar un peaje inesperado en nuestra salud y bienestar.
3CUANDO POCO ES MUCHO: ¿ERES SENSIBLE A LA CAFEÍNA SIN SABERLO?

La sensibilidad a la cafeína no es una simple percepción personal, sino una realidad biológica con una base científica sólida que explica por qué un mismo café afecta de manera tan dispar a distintas personas. La clave reside en la velocidad con la que nuestro hígado es capaz de metabolizarla, un proceso directamente influenciado por nuestra genética, particularmente por las variaciones en un gen llamado CYP1A2, que actúa como el principal responsable de descomponer la cafeína en nuestro cuerpo. Aquellos con una versión «lenta» de este gen procesan la molécula a un ritmo mucho menor, lo que provoca que sus efectos estimulantes sean más intensos y duraderos, incluso con dosis muy bajas.
Para estas personas, que pueden constituir una parte significativa de la población sin siquiera saberlo, las dosis residuales presentes en una taza de descafeinado pueden ser más que suficientes para desencadenar nerviosismo, palpitaciones o, más comúnmente, dificultades para conciliar el sueño horas después de su consumo. Es aquí donde la recomendación de la EFSA cobra especial relevancia. Si tras tomar un par de tazas de descafeinado por la tarde notas que tu sueño no es tan profundo como debería, es posible que formes parte de este grupo de metabolizadores lentos para quienes la cafeína residual sí cuenta. La elección de un descafeinado de calidad es importante, pero escuchar las señales de tu propio cuerpo lo es todavía más.