jueves, 31 julio 2025

Qué es el ‘fake cooking’ de Instagram: por qué esos alimentos dorados no son lo que parecen

El universo del fake cooking ha invadido silenciosamente las redes sociales, transformando nuestras pantallas en un desfile de platos con una perfección casi insultante y texturas que desafían la lógica culinaria. Millones de usuarios consumen a diario vídeos de recetas hipnóticas donde pollos asados lucen una piel crujiente y uniforme, las carnes presentan un sellado milimétrico y las tartas parecen esculpidas por un artesano renacentista, sin saber que, en muchas ocasiones, están siendo testigos de un elaborado espectáculo de ilusionismo gastronómico. Una puesta en escena diseñada para capturar la mirada y generar interacción, pero que se aleja drásticamente de la cocina real, esa que mancha, que tiene sus propios tiempos y que raramente alcanza la simetría de un bodegón digital.

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Esta tendencia no es simplemente un intento de embellecer la comida, sino que representa una categoría de contenido en sí misma, donde el fin último no es enseñar a cocinar, sino crear una fantasía visual adictiva. El espectador queda atrapado por la satisfacción de ver un proceso impoluto y un resultado impecable, un espejismo que genera una extraña mezcla de inspiración y frustración en quienes intentan replicarlo en casa. Detrás de esos colores vibrantes y esas costras doradas se esconde una caja de herramientas que poco tiene que ver con la de un chef y mucho con la de un director de arte, empleando técnicas que convierten alimentos potencialmente deliciosos en mero atrezo incomestible.

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EL ARTE DEL ENGAÑO: MÁS ALLÁ DE LA SALSA DE SOJA

Fuente: Freepik

El secreto de estas producciones audiovisuales reside en un arsenal de trucos que buscan replicar los resultados de la cocción sin pasar por ella, o al menos, no de una manera convencional. El ya famoso método de pintar carnes crudas con una mezcla de café soluble, colorante o salsa de soja es solo la punta del iceberg de una disciplina conocida en el sector como estilismo de alimentos. El objetivo es conseguir el «dorado Maillard» perfecto, esa reacción química que nos hace salivar, pero lográndolo de forma controlada y artificial para la cámara, garantizando que el producto luzca apetitoso bajo cualquier tipo de luz y desde cualquier ángulo. Esto permite grabar durante horas sin que el alimento se reseque, se encoja o pierda esa apariencia de recién hecho que tanto anhelamos.

Los estilistas culinarios son los verdaderos magos detrás de la cortina, armados con pinzas de precisión, aerógrafos, sopletes y una variedad de productos industriales que jamás encontraríamos en una despensa común. Utilizan glicerina para dar un brillo sudoroso y fresco a frutas y verduras, pegamento blanco en lugar de leche para que los cereales no se ablanden y floten perfectamente en el tazón, o incluso desodorante en espray para dar un acabado mate a las uvas. El fake cooking no es cocina, sino la construcción de una realidad paralela donde la estética visual anula por completo la función nutritiva y el sabor del alimento, convirtiendo el acto de cocinar en una performance.

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