sábado, 2 agosto 2025

El agua con azúcar no sirve para las agujetas: la ciencia desmonta el remedio de la abuela más famoso

Las dolorosas agujetas que aparecen tras una sesión de ejercicio intenso o al retomar la actividad física después de un parón han sido, desde siempre, objeto de todo tipo de remedios caseros. Entre todos ellos, el vaso de agua con azúcar se alza como el rey indiscutible, una solución transmitida de generación en generación con la fe ciega que se profesa a las verdades populares. La teoría detrás de este brebaje era aparentemente lógica, pues se basaba en la creencia de que las agujetas eran producto de la cristalización del ácido láctico en los músculos, y que el azúcar disuelto en agua ayudaba a disolver dichos cristales. Sin embargo, la ciencia, con su implacable método, ha desmontado por completo esta creencia.

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La persistencia de este mito es un claro ejemplo de cómo una explicación sencilla, aunque errónea, puede calar hondo en el imaginario colectivo y perpetuarse durante décadas. Aceptar que un remedio tan accesible como el agua con azúcar no tiene efecto alguno sobre las agujetas supone un pequeño duelo contra la nostalgia y la tradición, pero la realidad es que esas molestias son el resultado de un proceso inflamatorio y reparador mucho más complejo. Comprender la verdadera naturaleza de este dolor muscular post-esfuerzo no solo nos aleja de soluciones ineficaces, sino que nos abre la puerta a estrategias que sí funcionan para prevenirlas y aliviarlas de manera efectiva, basándonos en el conocimiento fisiológico de nuestro propio cuerpo.

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PREVENIR ES MEJOR QUE CURAR: CÓMO EVITAR LA APARICIÓN DE LAS AGUJETAS

Fuente: Freepik

El principio más efectivo para luchar contra las agujetas no es un remedio, sino una estrategia: la progresión gradual. El cuerpo humano es una máquina de adaptación asombrosa, pero necesita tiempo. Someter a los músculos a un esfuerzo desmedido y repentino es la receta perfecta para sufrir unas agujetas de campeonato. Por el contrario, la clave para minimizar su impacto es aumentar la intensidad y duración del ejercicio de forma paulatina, permitiendo que las fibras musculares se fortalezcan progresivamente y se adapten a las nuevas cargas de trabajo sin sufrir daños excesivos.

Además de la progresión, realizar un calentamiento adecuado antes de cada sesión es vital. Unos minutos de cardio ligero y movilidad articular preparan al sistema circulatorio y a los músculos para el esfuerzo, aumentando su elasticidad y temperatura. Del mismo modo, una fase de enfriamiento o vuelta a la calma al finalizar, con estiramientos suaves, ayuda al cuerpo a transicionar del estado de esfuerzo al de reposo. En este sentido, un buen calentamiento prepara al sistema musculoesquelético para el esfuerzo que va a realizar, reduciendo el riesgo de sufrir estas dolorosas microrroturas. La prevención es, sin duda, el mejor tratamiento.

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