El Camino de Santiago esconde tesoros que van más allá de la icónica Catedral de Santiago o los viñedos de La Rioja, auténticos hitos que todo peregrino guarda en su retina. Sin embargo, la verdadera esencia de la ruta jacobea a menudo reside en susurros, en desvíos no señalizados y en joyas arquitectónicas que han logrado esquivar el paso del tiempo y el turismo masivo. Existe un lugar así, un enclave mágico que fusiona la fe, el arte y la naturaleza de una manera sobrecogedora, esperando ser descubierto por aquellos viajeros que buscan algo más que seguir las flechas amarillas. Un vestigio de un reino perdido en un valle que parece detenido en el tiempo.
Este rincón olvidado, lejos del bullicio del Camino Francés, representa una de las páginas más fascinantes de la historia del norte peninsular. Imaginar una capilla del siglo X, erigida por condes para albergar reliquias sagradas, en un paraje de una belleza tan abrumadora que parece irreal, es el punto de partida de una aventura diferente. Se trata de un viaje dentro del propio viaje, una pequeña peregrinación hacia uno de los secretos mejor guardados de todo el Camino de Santiago, donde la piedra, la leyenda y el silencio narran una historia de supervivencia y espiritualidad que conecta directamente con las raíces más profundas de nuestra cultura y que muy pocos tienen el privilegio de conocer.
1UN TESORO MOZÁRABE EN EL CORAZÓN DE LIÉBANA
En las entrañas de Cantabria, acunada por la majestuosidad imponente de los Picos de Europa, se encuentra la comarca de Liébana. Este valle no es solo un paraíso para los amantes de la montaña y la gastronomía, sino también el escenario de una variante de la ruta jacobea conocida como el Camino Lebaniego. Es precisamente en este desvío, una ruta que conecta el Camino de la Costa con el Camino Francés, donde se oculta la iglesia de Santa María de Lebeña. Su ubicación, alejada de las grandes arterias de peregrinación, ha sido la clave de su conservación y de su atmósfera casi intacta, convirtiéndola en una parada obligatoria para quienes buscan la esencia del Camino de Santiago más primitivo.
A primera vista, la ermita puede parecer humilde, una construcción de mampostería y sillarejo que se integra con modestia en el paisaje. Sin embargo, esa primera impresión es engañosa. Estamos ante uno de los exponentes más importantes y mejor conservados del arte prerrománico español, concretamente del llamado estilo de repoblación o mozárabe. Fundada en el año 925 por los condes de Liébana, don Alfonso y doña Justa, esta iglesia es un testimonio de la resistencia cristiana en tiempos de al-Ándalus, un faro de fe y cultura en un territorio que se estaba reconfigurando, y que hoy enriquece la experiencia del Camino de Santiago.