viernes, 1 agosto 2025

En Zaragoza existe un desierto que se convierte en lago: el espectáculo natural que solo ocurre en primavera

En la provincia de Zaragoza se esconde un paraje de una belleza tan insólita como efímera, un lugar donde la naturaleza parece jugar a los extremos. Hablamos de un territorio que durante gran parte del año presenta una faz desértica, casi lunar, pero que con la llegada de las lluvias primaverales se transforma en un complejo lagunar lleno de vida. Este fenómeno, un ecosistema de contrastes tan extremos que desafía la lógica, convierte a esta zona de la depresión del Ebro en un destino imprescindible para los amantes de lo singular, un espectáculo que demuestra que los mayores tesoros naturales a menudo se encuentran donde menos se espera, lejos de los circuitos convencionales y las postales más repetidas.

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Este enclave mágico no es otro que las Saladas de Chiprana, un conjunto de lagunas estacionales de origen endorreico que conforman uno de los humedales salinos más importantes y mejor conservados de toda Europa Occidental. Su valor es tal que el Gobierno de Aragón las protege bajo la figura de Reserva Natural Dirigida, una categoría que subraya su fragilidad y la necesidad de un cuidado exquisito. Lo que intriga y fascina es su dualidad, la capacidad de este paisaje para resucitar con cada aguacero, pasando de ser un salar cuarteado por el sol a un refugio vital para una biodiversidad única y adaptada a unas condiciones de supervivencia que rozan lo imposible.

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EL SECRETO BAJO LA TIERRA: CÓMO NACE UN OASIS SALINO

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Para comprender la existencia de este fenómeno hay que mirar bajo la superficie, a la geología que define este rincón de Aragón. Las Saladas de Chiprana se asientan sobre una cubeta de materiales impermeables, principalmente arcillas, que impiden el drenaje del agua hacia capas más profundas del subsuelo. Esta característica, una cuenca endorreica sin salida al mar ni a ningún río, es la clave de todo el proceso, ya que obliga a que toda el agua que llega por precipitación o escorrentía superficial permanezca estancada hasta su evaporación. Es una trampa natural perfecta que ha modelado el paisaje a lo largo de milenios, creando las condiciones idóneas para esta maravilla estacional.

El segundo factor determinante es la composición de los terrenos circundantes, ricos en sales minerales como yesos y halitas, muy abundantes en el valle del Ebro. Con cada episodio de lluvia, el agua arrastra consigo los minerales de los montes cercanos, depositándolos en la parte más baja de la cubeta, donde se encuentra el humedal. A medida que el sol del verano evapora el agua, las sales se van concentrando progresivamente, aumentando la salinidad hasta niveles muy superiores a los del mar. Este ciclo anual de inundación y evaporación es el motor que alimenta la singularidad de este ecosistema tan especial en la provincia de Zaragoza.

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