sábado, 2 agosto 2025

Agosto sorprende con un sendero costero secreto de Cantabria: 2 playas vírgenes en un recorrido de menos de una hora

Entre los tesoros naturales que alberga el norte peninsular, existe un recorrido poco transitado que merece la pena explorar en profundidad. La costa de Cantabria esconde un sendero mágico que serpentea entre acantilados imponentes y ofrece vistas panorámicas difíciles de olvidar a quienes se aventuran por sus tramos. Lejos del bullicio turístico que caracteriza otros enclaves más conocidos, este camino representa la esencia del paisaje cántabro en estado puro.

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El litoral cantábrico siempre ha ejercido una fascinación especial sobre viajeros y amantes de la naturaleza, pero algunas de sus joyas permanecen relativamente desconocidas incluso para muchos habitantes locales. Entre Liencres y Santander se dibuja una ruta costera que, pese a su accesibilidad y belleza espectacular, no figura en las principales guías turísticas masivas. Un trazado que permite descubrir en apenas una hora de caminata dos playas prácticamente vírgenes, conectadas por un paisaje kárstico modelado durante milenios por la fuerza incansable del mar Cantábrico.

EL SECRETO MEJOR GUARDADO DEL LITORAL CANTÁBRICO: COSTA QUEBRADA

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El Parque Geológico de Costa Quebrada constituye uno de esos lugares que parecen sacados de otra dimensión, donde la geología se convierte en arte al alcance de cualquiera que quiera contemplarlo. Esta zona, ubicada en el corazón de Cantabria, representa un museo natural al aire libre donde los procesos erosivos han esculpido caprichosas formas en la roca caliza durante miles de años. Los acantilados verticales, moldeados por la persistente acción del oleaje atlántico, revelan con claridad la historia geológica de una región cuya belleza reside precisamente en su aparente caos estructural.

La ruta que atraviesa este paraje único comienza en la playa de Somocuevas y finaliza en la cala de Portio, o viceversa, permitiendo en ambos sentidos disfrutar de panorámicas excepcionales sobre el mar Cantábrico. Entre estos dos arenales prácticamente vírgenes, el caminante encontrará formaciones rocosas imposibles como El Urro, ese islote que desafía al océano a escasos metros de la costa. El sendero, perfectamente señalizado pero sin excesivas infraestructuras que alteren el entorno natural, discurre mayoritariamente por lo alto de los acantilados, ofreciendo perspectivas únicas de un paisaje que cambia constantemente según la luz y las mareas.

UN RECORRIDO AL ALCANCE DE TODOS LOS PÚBLICOS

UN RECORRIDO AL ALCANCE DE TODOS LOS PÚBLICOS
Fuente: Freepik

Uno de los grandes atractivos de esta ruta costera radica en su accesibilidad, pues no requiere una preparación física especial ni equipamiento técnico sofisticado. Con apenas 4,5 kilómetros de longitud total y un desnivel acumulado inferior a los 100 metros, el sendero puede completarse cómodamente en menos de una hora por caminantes con condición física normal. Los terrenos predominantemente llanos, interrumpidos ocasionalmente por pequeñas subidas y bajadas hacia miradores naturales, hacen de este trazado una opción ideal incluso para familias con niños o senderistas ocasionales.

El firme del camino alterna tramos de tierra compactada con otros de hierba y pequeñas pasarelas de madera en los puntos más sensibles desde el punto de vista medioambiental. Durante toda la temporada primaveral y estival, las condiciones meteorológicas en Cantabria suelen ser propicias para disfrutar de la ruta sin complicaciones, aunque siempre conviene consultar la previsión antes de aventurarse. Lo recomendable es calzar unas zapatillas deportivas con buena suela, llevar agua suficiente y, dependiendo de la época del año en que se realice el recorrido, aplicar protección solar o equiparse con cortavientos ligero, dada la exposición constante a la brisa marina característica del litoral cantábrico.

LAS JOYAS OCULTAS: PLAYAS VÍRGENES DE ARENA DORADA

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En los extremos de esta ruta se encuentran dos de los arenales menos masificados y mejor conservados de toda Cantabria. La playa de Somocuevas, con sus casi 300 metros de longitud, permanece en un estado prácticamente salvaje gracias a la dificultad relativa de su acceso. Su arena fina y dorada, bañada por aguas cristalinas de intenso color turquesa durante los días soleados, contrasta dramáticamente con las formaciones rocosas que la flanquean, creando un paisaje digno de cualquier postal pero, sorprendentemente, ausente en muchas campañas turísticas.

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En el otro extremo de la ruta, la cala de Portio ofrece un escenario igualmente espectacular pero con personalidad propia. Más pequeña y recogida, esta playa se caracteriza por estar semicerrada entre paredes rocosas que la protegen parcialmente del oleaje, creando una piscina natural durante la bajamar. La orientación de esta cala permite, incluso en días de mar agitado típicos del Cantábrico, encontrar zonas relativamente tranquilas para el baño. Ambos arenales cuentan con servicios mínimos durante la temporada estival, pero conservan ese carácter virgen que resulta cada vez más difícil de encontrar en el litoral español, constituyendo auténticos tesoros paisajísticos de Cantabria.

BIODIVERSIDAD EXCEPCIONAL: UN ECOSISTEMA ÚNICO EN EUROPA

BIODIVERSIDAD EXCEPCIONAL: UN ECOSISTEMA ÚNICO EN EUROPA
Fuente: Freepik

El verdadero valor de esta ruta trasciende lo meramente paisajístico para adentrarse en el terreno de la biodiversidad. Este tramo de la costa de Cantabria alberga un ecosistema de acantilado marítimo considerado prioritario según las directivas europeas de conservación. La vegetación, adaptada a condiciones extremas de salinidad y viento, forma un mosaico de comunidades vegetales donde dominan especies endémicas de la cornisa cantábrica. Pequeñas plantas con flores de colores intensos, perfectamente adaptadas para sobrevivir en las grietas de las rocas calizas expuestas al spray marino, tapizan los acantilados creando un jardín vertical natural que cambia de aspecto con cada estación.

La fauna asociada a estos ecosistemas resulta igualmente singular, especialmente la avifauna. Con unos sencillos prismáticos, los caminantes pueden observar colonias de aves marinas que anidan en los cortados verticales, desde cormoranes moñudos hasta halcones peregrinos que encuentran en estos acantilados el refugio perfecto. El mar que baña las costas de Cantabria, rico en nutrientes gracias a las corrientes atlánticas que confluyen en esta zona, atrae también a cetáceos que ocasionalmente pueden avistarse desde los puntos más elevados del sendero. Esta riqueza biológica convierte cada metro del recorrido en una oportunidad para la observación naturalista, añadiendo un valor educativo a la experiencia.

RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: CUÁNDO Y CÓMO RECORRERLA

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Para disfrutar plenamente de esta joya del senderismo en Cantabria, conviene tener en cuenta algunos consejos prácticos. La mejor época para recorrer este sendero costero se extiende desde finales de primavera hasta principios de otoño, cuando los días largos y el clima moderado permiten apreciar todos los matices del paisaje. Los meses de julio y agosto, aunque climáticamente ideales y con temperaturas perfectas para combinar senderismo y baño, suelen coincidir con una mayor afluencia de visitantes, por lo que mayo, junio y septiembre representan alternativas excelentes para quienes buscan mayor tranquilidad.

El horario también resulta determinante para maximizar la experiencia. Las primeras horas de la mañana ofrecen una luz espectacular sobre los acantilados de Cantabria, mientras que los atardeceres tiñen todo el paisaje de tonos dorados y rojizos difíciles de olvidar. Conviene consultar previamente las tablas de mareas, pues algunos rincones resultan más accesibles durante la bajamar. En cuanto al sentido del recorrido, iniciarlo desde Liencres hacia Santander permite terminar cerca de más servicios de restauración, aunque comenzarlo en sentido contrario proporciona mejores vistas frontales de las formaciones geológicas más emblemáticas, como el mencionado Urro. En cualquier caso, el transporte público conecta ambos extremos de la ruta con frecuencias razonables durante todo el año, facilitando el regreso al punto de partida sin necesidad de deshacer el camino.

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