sábado, 2 agosto 2025

Tu coche te miente con el velocímetro y esta es la razón: Evita multas

El velocímetro de nuestro coche es uno de los elementos a los que más atención prestamos durante la conducción, pero alberga un pequeño secreto que muchos desconocen. Esa aguja que se clava en los 120 kilómetros por hora mientras circulamos por la autopista no está diciendo toda la verdad sobre nuestro desplazamiento. Esta discrepancia, que a menudo se hace evidente al compararla con la velocidad que muestra un GPS, no es un defecto de fabricación ni una casualidad. Se trata de una característica deliberadamente diseñada e impuesta por una estricta normativa europea, una medida que busca protegernos de nosotros mismos y de las imprecisiones inherentes a la mecánica de la medición. Lejos de ser un fallo, es un sistema de seguridad silencioso y obligatorio.

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La sensación de que nuestro vehículo nos oculta parte de la verdad puede generar cierta desconfianza, un caldo de cultivo perfecto para teorías y suposiciones. Sin embargo, la razón fundamental es mucho más prosaica y protectora de lo que podríamos imaginar. La legislación de la Unión Europea obliga a que todos los coches nuevos vendidos en su territorio incorporen un margen de error al alza, asegurando que el conductor nunca circule a una velocidad superior a la que se le indica. Este desajuste controlado es un elemento fundamental para la seguridad vial, un recordatorio sutil de que en la carretera, un pequeño exceso de cautela es siempre preferible a un mínimo defecto de ella. Comprender su origen es clave para entender la lógica que rige una parte esencial de nuestra experiencia al volante.

LA PEQUEÑA MENTIRA DE TU COCHE: ¿UN FALLO O UNA VIRTUD?

LA PEQUEÑA MENTIRA DE TU COCHE: ¿UN FALLO O UNA VIRTUD?
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Esta inexactitud programada es, en esencia, un engaño consentido entre el fabricante, la legislación y el propio conductor. Los ingenieros automotrices diseñan los velocímetros para que siempre muestren una velocidad igual o, más comúnmente, superior a la real. Jamás, bajo ninguna circunstancia legalmente contemplada, un velocímetro de serie puede indicar una cifra inferior a la velocidad a la que el vehículo se desplaza. Este principio es la piedra angular de la normativa, una regla de oro que se aplica a cada coche que sale de fábrica. La fórmula es simple y efectiva, asegurando que el conductor siempre tenga un colchón de seguridad con respecto a los límites de velocidad legales y los peligros asociados a excederlos. Así, cuando vemos 100 km/h en el marcador, sabemos que nuestra velocidad real se sitúa en algún punto por debajo.

El propósito de este desvío intencionado no es otro que fomentar una conducción más segura y moderada, actuando como un factor psicológico disuasorio. Al presentar una velocidad ligeramente inflada, el sistema nos empuja inconscientemente a levantar el pie del acelerador un poco antes de lo que lo haríamos si la lectura del coche fuese exacta. Es una forma de ingeniería social aplicada a la automoción, un pequeño empujón paternalista que busca reducir la siniestralidad. Para los legisladores, esta pequeña mentira es un mal menor que sirve a un bien mayor, ya que se considera mucho más peligroso que un conductor crea ir más despacio de lo que realmente va. Este margen de error se convierte, por tanto, en una herramienta de prevención activa integrada en el propio diseño del vehículo.

LA LEY QUE MANDA EN TU VELOCÍMETRO: BRUSELAS AL VOLANTE

La directriz que orquesta este desajuste proviene directamente de la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas (UNECE), en concreto del Reglamento número 39, que la Unión Europea ha adoptado como propio. Esta normativa establece una fórmula clara que todos los fabricantes de cualquier coche deben acatar: la velocidad indicada nunca debe ser inferior a la velocidad real, y debe cumplir la condición de que la diferencia entre la velocidad del velocímetro y la real sea menor o igual al diez por ciento de la velocidad real más cuatro kilómetros por hora. Este mandato es el que nutre la configuración de cada velocímetro, convirtiendo lo que parece un fallo en una característica de seguridad estandarizada a nivel continental. Por tanto, el margen no es aleatorio, sino el resultado de un cálculo legalmente vinculante.

La justificación de esta ley paneuropea se basa en un principio de precaución fundamental en la seguridad vial. Los estudios sobre accidentalidad demuestran que las consecuencias de un impacto se agravan exponencialmente con el aumento de la velocidad. Un error en el velocímetro que indujera al conductor a pensar que circula a 115 km/h cuando en realidad lo hace a 125 km/h podría tener consecuencias fatales en caso de accidente. Por el contrario, el escenario inverso, aunque molesto, es inofensivo. La normativa prefiere pecar de prudente, ofreciendo un sistema que garantiza que cualquier error de apreciación por parte del conductor sea siempre a favor de la seguridad. Esta filosofía es clave en la estrategia de reducción de la siniestralidad en las carreteras europeas.

NO TODO ES CULPA DE LA LEY: LA FÍSICA TAMBIÉN JUEGA SU PAPEL

NO TODO ES CULPA DE LA LEY: LA FÍSICA TAMBIÉN JUEGA SU PAPEL
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Además de la imposición legal, existen factores puramente físicos y mecánicos que introducen variabilidad en la lectura de la velocidad de un coche, haciendo que una precisión absoluta sea prácticamente imposible de mantener de forma constante. El elemento más influyente es el estado de los neumáticos. Un neumático nuevo tiene un diámetro ligeramente mayor que uno que ya ha sufrido el desgaste de miles de kilómetros. Esta pequeña diferencia en la circunferencia total de la rueda altera la cantidad de revoluciones necesarias para cubrir una distancia determinada, lo que inevitablemente afecta al cálculo que realiza el sensor de velocidad para mostrar el dato en el salpicadero. Este desgaste progresivo es una fuente constante de imprecisión.

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Pero la influencia no se detiene en el desgaste de las gomas. La presión de inflado de los neumáticos también juega un papel crucial; una rueda con baja presión tiene un diámetro efectivo menor, lo que también modifica la lectura del coche. Del mismo modo, el montaje de llantas o neumáticos de dimensiones diferentes a las homologadas por el fabricante para ese modelo de vehículo puede descalibrar drásticamente la fiabilidad del velocímetro. Incluso la carga que transporta el coche puede influir ligeramente al comprimir la suspensión y los neumáticos. La suma de todas estas variables, hace que el margen de error legal no solo sea una medida de seguridad, sino también una necesidad técnica para absorber estas fluctuaciones inevitables.

RADARES, MULTAS Y EL MARGEN DE ERROR: ¿ESTÁS REALMENTE A SALVO?

Una de las grandes preguntas que surgen de esta inexactitud es si nos puede proteger de una multa por exceso de velocidad. La respuesta es, en la práctica, sí. Los cinemómetros o radares de la Dirección General de Tráfico también operan con sus propios márgenes de error legalmente establecidos para garantizar la fiabilidad de la sanción y proteger al conductor ante posibles errores del dispositivo. Por ejemplo, en los radares fijos, este margen es de 5 km/h para velocidades inferiores a 100 km/h y del 5% para velocidades superiores. Esta tolerancia del radar, sumada al error al alza del velocímetro de tu coche, crea una doble capa de seguridad que hace muy improbable recibir una multa si circulas a la velocidad exacta que marca tu panel.

Sin embargo, confiar ciegamente en esta doble protección puede ser un juego arriesgado y poco recomendable. La estrategia más inteligente y segura es considerar la velocidad que indica el salpicadero de tu coche como el límite real que no se debe sobrepasar bajo ningún concepto. Utilizar el margen de error del velocímetro como excusa para apurar los límites de velocidad es una mala práctica que anula el propósito de seguridad para el que fue diseñado. Este margen debe ser visto como un colchón de seguridad, no como una licencia para correr. Al final del día, respetar la cifra que vemos en la instrumentación es la forma más sencilla de garantizar que cumplimos la ley y conducimos de forma segura.

EL DUELO DEL SIGLO XXI: ¿VELOCÍMETRO O GPS? LA BATALLA POR LA PRECISIÓN

EL DUELO DEL SIGLO XXI: ¿VELOCÍMETRO O GPS? LA BATALLA POR LA PRECISIÓN
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Con la popularización de los sistemas de navegación por satélite, ha surgido un nuevo estándar de precisión en la medición de la velocidad. La cifra que muestra un dispositivo GPS se calcula midiendo el tiempo que se tarda en viajar entre dos puntos geográficos muy precisos, un método que, en condiciones óptimas de señal, es mucho más exacto que el sistema mecánico de cualquier coche. Esta es la razón por la que aplicaciones como Waze, Google Maps o los propios navegadores integrados suelen mostrar una velocidad inferior a la del velocímetro del vehículo. Esta nueva fuente de información, pone en evidencia la discrepancia y hace que muchos conductores confíen más en la pantalla de su móvil que en la instrumentación de su vehículo.

A pesar de la superioridad del GPS en cuanto a precisión, es poco probable que reemplace al velocímetro tradicional a corto o medio plazo como indicador principal en nuestro coche. La razón es la fiabilidad y la constancia. El sistema del vehículo, basado en la rotación de las ruedas, funciona siempre, sin excepción, desde que arrancamos hasta que paramos. Por el contrario, un GPS depende de una señal satelital que puede perderse en túneles, aparcamientos subterráneos, o zonas de baja cobertura, dejándonos momentáneamente a ciegas. La legislación exige un medidor de velocidad constante y fiable, algo que la tecnología actual del velocímetro garantiza y que el GPS, por su propia naturaleza, no puede asegurar en el cien por cien de las situaciones.

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