lunes, 4 agosto 2025

«No soy yo, es mi coche»: la DGT se prepara para multar por excesos de velocidad detectados por el sistema ISA obligatorio en coches nuevos

La DGT se enfrenta a un nuevo paradigma en la vigilancia del tráfico, uno donde el propio vehículo se convierte en el principal fiscal de su conductor. Desde julio de 2022, la Unión Europea exige que todos los coches de nueva homologación incorporen el Asistente de Velocidad Inteligente, conocido como ISA. Este sistema, concebido como un ángel guardián para prevenir accidentes, podría transformarse en el delator más eficaz que jamás haya tenido Tráfico. La controversia está servida y ya resuena en los despachos, un debate que enfrenta la seguridad vial con la privacidad del conductor y el derecho a no ser monitorizado constantemente. El debate es profundo y plantea un cambio radical en la forma en que entendemos la conducción y la sanción.

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La tecnología avanza a un ritmo que a menudo supera al de la propia legislación, y este es un caso de manual. El coche moderno, ese espacio que hasta ahora considerábamos un reducto de intimidad, está equipado con una «caja negra» o EDR que registra cada movimiento. Aunque el sistema ISA puede desconectarse para que no intervenga activamente en la conducción, no deja de anotar cada vez que sobrepasamos el límite de velocidad. El murmullo de fondo es cada vez más nítido, la cuestión no es si la tecnología puede hacerlo, sino si legalmente se debe permitir que esos datos se usen para emitir multas de forma automática. Un futuro de sanciones sin un radar físico que nos fotografie parece, de repente, mucho más cercano.

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DEL AVISO A LA MULTA: EL CAMINO HACIA LA SANCIÓN AUTOMATIZADA

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Imaginemos por un momento un futuro en el que este escollo legal se ha superado. El procedimiento para multar sería de una eficiencia temible y deshumanizada. Los datos de excesos de velocidad capturados por el ISA de su vehículo podrían ser transmitidos de forma telemática y periódica a un sistema centralizado de la DGT. Allí, un algoritmo se encargaría de cruzar la información, verificar la infracción y generar automáticamente la propuesta de sanción, que llegaría al domicilio del titular del vehículo sin que mediara agente, radar o fotografía. En este escenario, la propuesta eliminaría por completo la intervención humana en la detección de la infracción, convirtiendo al coche en el principio y el fin del proceso sancionador.

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Este modelo contrasta radicalmente con los métodos actuales. Incluso los cinemómetros más modernos tienen un margen de error aplicado y ofrecen una fotografía como prueba de cargo, elementos a los que el conductor puede aferrarse para su defensa. La DGT argumentará que el nuevo sistema es más objetivo y ecuánime, eliminando el factor suerte de ser «cazado» o no. Sin embargo, también abre la puerta a nuevos tipos de errores, como fallos en el GPS, cartografía desactualizada o un incorrecto reconocimiento de señales temporales de obras, situaciones en las que el conductor se enfrentaría a la palabra de una máquina contra la suya, en una clara desventaja probatoria.

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