Las molestas robollamadas se han convertido en la banda sonora no deseada de nuestra era digital, una interrupción constante que no entiende de horarios ni de momentos inoportunos. Ese zumbido insistente del móvil sobre la mesa, mostrando un número largo y desconocido, genera ya una respuesta casi pavloviana de hartazgo y desconfianza. Lejos de ser un fenómeno aislado, se ha consolidado como una estrategia masiva y sistemática empleada por infinidad de empresas para bombardearnos con sus propuestas comerciales o, en el peor de los casos, para tender una trampa. Es una realidad que nos afecta a todos por igual, una plaga digital que interrumpe cenas, siestas y reuniones de trabajo sin ningún tipo de pudor y que nos obliga a estar permanentemente en guardia.
Comprender qué se esconde detrás de estas llamadas fantasma es el primer paso para poder combatirlas eficazmente. No se trata de un ejército de teleoperadores marcando números al azar sin descanso. Detrás de ese silencio inicial o esa pregunta genérica se esconde un sistema automatizado diseñado para peinar listados masivos de números en busca de una víctima activa. En el momento en que descolgamos, el sistema nos identifica como un número «vivo» y solo entonces nos pone en la cola para ser atendidos por un agente humano. Este método, aunque irritante para el usuario, es una herramienta de optimización de recursos para las empresas que lo utilizan, pero también la puerta de entrada a un universo de posibles engaños.
1EL MECANISMO INVISIBLE: ASÍ FUNCIONA LA MAQUINARIA DE LAS ROBOLLAMADAS

El corazón de esta operativa es un software conocido como «marcador predictivo» o «autodialer». Este sistema es el verdadero responsable de que nuestro teléfono suene a todas horas. Su funcionamiento es simple pero endiabladamente eficaz: el software tiene acceso a gigantescas bases de datos con millones de números de teléfono y su única misión es llamar a todos ellos de forma simultánea e ininterrumpida. Es un bot que marca sin descanso a una velocidad inalcanzable para un ser humano, maximizando así el tiempo productivo de los teleoperadores humanos, que ya no pierden segundos en marcar, esperar a que descuelguen o toparse con números que no existen o no responden. El sistema solo les pasa las llamadas que ya han sido contestadas.
Cuando finalmente contestamos a una de estas llamadas, se activa la segunda fase del proceso. El marcador predictivo detecta una voz humana, una señal de que hay alguien al otro lado de la línea. En ese instante, la llamada se transfiere automáticamente a un agente humano que esté libre en ese momento en el centro de llamadas. Este proceso de transferencia, aunque muy rápido, no es instantáneo, un proceso que apenas dura uno o dos segundos pero que es el responsable de esa incómoda pausa inicial que todos hemos experimentado. Es la prueba irrefutable de que hemos sido «cazados» por una de estas persistentes robollamadas y estamos a punto de escuchar una oferta comercial.