Las molestas robollamadas se han convertido en la banda sonora no deseada de nuestra era digital, una interrupción constante que no entiende de horarios ni de momentos inoportunos. Ese zumbido insistente del móvil sobre la mesa, mostrando un número largo y desconocido, genera ya una respuesta casi pavloviana de hartazgo y desconfianza. Lejos de ser un fenómeno aislado, se ha consolidado como una estrategia masiva y sistemática empleada por infinidad de empresas para bombardearnos con sus propuestas comerciales o, en el peor de los casos, para tender una trampa. Es una realidad que nos afecta a todos por igual, una plaga digital que interrumpe cenas, siestas y reuniones de trabajo sin ningún tipo de pudor y que nos obliga a estar permanentemente en guardia.
Comprender qué se esconde detrás de estas llamadas fantasma es el primer paso para poder combatirlas eficazmente. No se trata de un ejército de teleoperadores marcando números al azar sin descanso. Detrás de ese silencio inicial o esa pregunta genérica se esconde un sistema automatizado diseñado para peinar listados masivos de números en busca de una víctima activa. En el momento en que descolgamos, el sistema nos identifica como un número «vivo» y solo entonces nos pone en la cola para ser atendidos por un agente humano. Este método, aunque irritante para el usuario, es una herramienta de optimización de recursos para las empresas que lo utilizan, pero también la puerta de entrada a un universo de posibles engaños.
4EL PROTOCOLO DE ACTUACIÓN: QUÉ HACER (Y QUÉ NO HACER) CUANDO TE LLAMAN

La regla de oro ante la recepción de una llamada sospechosa es la desconfianza sistemática y la prudencia. Nunca, bajo ninguna circunstancia, se debe proporcionar información personal, bancaria, contraseñas o datos de acceso por teléfono a un interlocutor no solicitado, por muy creíble que parezca su historia. Hay que tener especial cuidado con las preguntas que buscan obtener un «sí» como respuesta. Los estafadores pueden grabar tu afirmación y utilizarla posteriormente como una supuesta aceptación de un contrato o servicio, una treta cada vez más común para la que usan preguntas trampa como «¿Es usted el titular de la línea?». Ante la duda, es mejor no responder o utilizar fórmulas neutras.
La acción más efectiva, segura y liberadora es, sencillamente, colgar el teléfono. No hay ninguna necesidad de dar explicaciones, de discutir con el teleoperador o de intentar razonar. Cortar la comunicación de forma inmediata es la mejor defensa. Posteriormente, es muy recomendable bloquear el número desde el que hemos recibido la llamada. Y para una protección más proactiva, inscribirse en la Lista Robinson es un paso fundamental para reducir una gran parte de la publicidad no deseada. Se trata de un servicio gratuito que, aunque no es infalible contra las estafas, sí obliga a las empresas legítimas a excluir nuestro número de sus campañas comerciales, reduciendo notablemente el volumen de robollamadas.