Afrontar la ‘lista negra’ de la ITV es una preocupación recurrente para millones de conductores en España, un trámite que muchos perciben como un mero formalismo burocrático, pero que en realidad esconde una complejidad que puede dar al traste con nuestras previsiones. Solemos centrar nuestra atención en los grandes fallos mecánicos, aquellos que suenan a avería cara y visita ineludible al taller, ignorando que el verdadero peligro para nuestro bolsillo y nuestra paciencia reside en la acumulación de pequeños defectos. Son esas minucias, aparentemente inofensivas, las que, sumadas, pueden tejer una red de la que es imposible escapar, la suma de pequeños descuidos puede transformarse en un suspenso rotundo, convirtiendo una simple inspección en una auténtica pesadilla logística y económica.
El problema fundamental radica en una percepción errónea del reglamento, donde se asume que un fallo leve es poco más que una advertencia sin consecuencias prácticas. Nada más lejos de la realidad. Los inspectores de las estaciones de ITV no solo tienen la potestad, sino la obligación de evaluar el estado general del vehículo, y es precisamente en esa visión de conjunto donde reside la clave. Si un coche presenta una colección de pequeñas taras, la normativa permite que la acumulación de faltas leves derive en una calificación desfavorable, lo que implica la inmovilización inmediata del vehículo. Este escenario obliga al propietario a contratar una grúa para llevar el coche al taller y, una vez reparado, regresar para una segunda inspección, un engorro que nadie desea experimentar.
5LA SUMA QUE RESTA: CUANDO LOS LEVES SE CONVIERTEN EN GRAVES

Aquí es donde reside el verdadero quid de la cuestión y el motivo por el cual la ‘lista negra’ de la ITV cobra todo su sentido. La normativa de inspección técnica de vehículos establece claramente que la acumulación de defectos leves puede dar lugar a una calificación desfavorable. No existe un número mágico y exacto, como cinco o seis fallos, sino que la decisión final queda a criterio del inspector, quien debe valorar si el conjunto de deficiencias detectadas representa un riesgo para la seguridad vial. Un vehículo que presenta una bombilla fundida, una escobilla gastada, un neumático en el límite, un ligero desequilibrio de frenada y un retrovisor suelto, ofrece una imagen general de abandono que justifica plenamente la inmovilización del vehículo hasta su reparación.
Por todo ello, la preparación para la ITV no debe concebirse como una simple formalidad para evitar una multa, sino como un ejercicio de responsabilidad y autoevaluación del estado de nuestro vehículo. Realizar una comprobación visual de estos cinco puntos clave apenas requiere diez minutos y puede marcar la diferencia entre un resultado favorable y la obligación de llamar a una grúa a la salida de la estación. Anticiparse a estos fallos leves no solo es una estrategia inteligente para superar la inspección sin contratiempos, es también la mejor garantía de que nuestro coche circula en unas condiciones óptimas de seguridad para nosotros y para el resto de usuarios, convirtiendo la cita con la ITV en lo que realmente debería ser: un trámite que certifica el buen estado de nuestra máquina.