lunes, 4 agosto 2025

Esta es la razón científica por la que los paseos por la playa cansan más que una caminata normal

Un paseo por la playa evoca imágenes de relajación, de la brisa marina y del sonido hipnótico de las olas rompiendo en la orilla. Sin embargo, detrás de esa idílica estampa se esconde una realidad física ineludible que muchos hemos experimentado en carne propia: caminar sobre la arena agota mucho más que hacerlo sobre el asfalto o un sendero firme. Esta sensación, lejos de ser una simple percepción subjetiva, tiene un fundamento científico sólido y fascinante. La superficie blanda e inestable de la arena transforma un simple paseo en un ejercicio de alta intensidad sin que apenas nos demos cuenta, desafiando a nuestro cuerpo de una manera completamente inesperada.

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La clave de este agotamiento reside en la biomecánica de nuestro movimiento. Cada vez que nuestro pie se hunde en la arena, el cuerpo se ve obligado a realizar un esfuerzo adicional para mantener el equilibrio y propulsarse hacia adelante. Este ciclo de hundimiento y empuje no solo consume más energía, sino que, tal y como revela un revelador estudio publicado en el prestigioso Journal of Experimental Biology, activa hasta un 28% más de grupos musculares en comparación con una caminata sobre una superficie dura y estable. Es un entrenamiento encubierto, un desafío que la naturaleza nos impone y que explica por qué, tras una caminata por la orilla, sentimos esa mezcla de cansancio profundo y extraña satisfacción.

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¿QUEMAR CALORÍAS O QUEMARSE? EL GASTO ENERGÉTICO DISPARADO FRENTE AL MAR

Fuente: Freepik

El esfuerzo muscular adicional que requiere caminar por la arena se traduce directamente en un mayor gasto calórico. Diversos estudios han cuantificado esta diferencia, y los resultados son sorprendentes. Se estima que caminar por la playa puede llegar a quemar hasta un 50% más de calorías que hacerlo sobre una superficie dura a la misma velocidad. Esta cifra convierte a los paseos por la orilla en una herramienta muy eficaz para quienes buscan controlar su peso o mejorar su condición cardiovascular. El cuerpo, en esencia, está trabajando a una marcha superior sin que la percepción del esfuerzo sea necesariamente el doble, lo que lo convierte en una actividad física engañosamente intensa.

Este incremento en el consumo de energía no solo se debe al trabajo mecánico de los músculos, sino también a un aumento general de la tasa metabólica. El cuerpo necesita más oxígeno para alimentar a esa mayor cantidad de fibras musculares activas, lo que eleva la frecuencia cardíaca y la respiración. Es un ejercicio cardiovascular encubierto que, además de quemar calorías, mejora la salud del corazón y la capacidad pulmonar. Por ello, la próxima vez que te sientas agotado tras un día de playa, recuerda que tu cuerpo ha estado realizando un entrenamiento de alta eficiencia, aprovechando cada paso para ponerse en forma de una manera natural y placentera.

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