martes, 5 agosto 2025

El peligro oculto de los coches eléctricos que la DGT empieza a vigilar: ruido cero en ciudad

La DGT se enfrenta a una de las mayores paradojas de la automoción moderna: el peligro que se esconde en el silencio. Durante décadas hemos luchado contra la contaminación acústica de los motores de combustión, soñando con ciudades más silenciosas y amables. Ahora que los coches eléctricos empiezan a conquistar nuestras calles, trayendo consigo esa anhelada paz sonora, emerge una amenaza inesperada y casi invisible que pone en jaque la seguridad de los más vulnerables. El ruido cero, que se vendió como una bendición medioambiental, se ha revelado como un riesgo oculto para los peatones, un desafío que ha obligado a los reguladores a actuar con rapidez.

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Este nuevo escenario ha puesto sobre la mesa un debate crucial sobre la convivencia en el asfalto. El zumbido de un motor era una señal de alerta universal, un sonido grabado a fuego en nuestro instinto de supervivencia urbana que nos advertía de la proximidad de un vehículo. Su ausencia convierte a los coches eléctricos e híbridos en fantasmas sigilosos, especialmente a bajas velocidades. La preocupación de la DGT no es infundada, ya que esta falta de estímulo auditivo incrementa notablemente el riesgo de atropello para niños, ciclistas, personas mayores y, de manera muy especial, para los invidentes, que dependen del oído para orientarse y detectar el peligro.

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LA PARADOJA SILENCIOSA: EL RIESGO QUE NADIE VIO VENIR

Fuente Pexels

Durante generaciones, el rugido de los motores ha formado parte del paisaje sonoro de nuestras ciudades, una molestia constante pero también un mecanismo de seguridad no intencionado. Hemos aprendido a asociar el aumento de decibelios con un coche que se acerca, un instinto que nos hace girar la cabeza antes de cruzar una calle o apartarnos en un aparcamiento. La irrupción del coche eléctrico ha roto esta relación causa-efecto de un plumazo. La transición hacia una movilidad más limpia ha traído consigo un efecto secundario que ni los ingenieros más optimistas previeron en su totalidad, un silencio que transforma a estos vehículos en depredadores urbanos casi imperceptibles, especialmente en el caótico entorno de una ciudad.

El problema se agrava a velocidades reducidas, precisamente el escenario más común en el denso tráfico urbano, zonas residenciales o maniobras de aparcamiento. Por debajo de los 20 kilómetros por hora, el ruido de la rodadura de los neumáticos es prácticamente inaudible, convirtiendo al vehículo en un objeto de más de una tonelada que se desplaza en un silencio casi absoluto. Esta situación ha obligado a organismos como la DGT a replantearse el concepto de seguridad vial, pasando de combatir el exceso de ruido a tener que legislar sobre su ausencia deliberada, un giro de guion que define los nuevos retos de la automoción del siglo XXI.

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