El riesgo de sufrir un ciberataque mientras disfrutas de un café se ha convertido en una amenaza tan real como invisible, acechando tras la aparente cortesía de una conexión WiFi gratuita. En la era digital, la necesidad de estar permanentemente conectados nos lleva a buscar estos puntos de acceso en bares, aeropuertos y hoteles como si fueran un oasis en el desierto. Sin embargo, esta comodidad esconde una peligrosa trampa. Los ciberdelincuentes, conscientes de nuestra dependencia, explotan esta necesidad para desplegar sus redes y capturar, en cuestión de minutos, una cantidad ingente de información personal y financiera, convirtiendo un acto cotidiano en una potencial pesadilla digital para el usuario desprevenido.
La confianza es, paradójicamente, nuestro mayor enemigo en este escenario digital. Damos por sentado que la red con el nombre del establecimiento es una extensión segura de su servicio, pero esta suposición es el cimiento sobre el que se construyen las estafas más efectivas. No se necesita ser un genio de la informática para ejecutar un ciberataque de este tipo; basta con un poco de ingenio y la apatía generalizada de los usuarios. La cruda realidad es que cualquiera, con un simple dispositivo móvil y un software accesible, puede clonar una red legítima y sentarse a esperar a que las víctimas muerdan el anzuelo, demostrando lo frágil que puede ser nuestra seguridad en el entorno público.
2EL ESPÍA INVISIBLE: QUÉ SUCEDE CUANDO TE CONECTAS

Una vez que has mordido el anzuelo y te has conectado a la red fraudulenta, el atacante pone en marcha la siguiente fase: el ataque de «Man-in-the-Middle» (MitM) o intermediario. Como su nombre indica, el ciberdelincuente se posiciona de forma invisible entre tu dispositivo y el punto de conexión a internet. A partir de ese momento, toda la información que envías y recibes deja de ser privada, pasando directamente a través del ordenador del atacante. Él actúa como un cartero indiscreto que no solo lee tu correspondencia, sino que también puede alterarla o guardarse una copia antes de que llegue a su destino, sin que tú ni el servidor final os percatéis de la intromisión.
Las consecuencias de este espionaje digital son nefastas y directas. Piensa en todas las acciones que realizas en línea: iniciar sesión en tu correo electrónico, acceder a tus perfiles de redes sociales, realizar una compra con tarjeta de crédito o, peor aún, entrar en la aplicación de tu banco. Un atacante que ejecuta un ciberataque de tipo MitM puede capturar en tiempo real las credenciales de acceso, los números de tarjeta, las contraseñas y los mensajes personales. Con esta información, el delincuente puede suplantar tu identidad, vaciar tus cuentas bancarias o vender tus datos en la red oscura, demostrando la gravedad de un simple clic en una red WiFi no verificada.