El yoga es una disciplina física que de la que se escucha hablar mucho en la actualidad, en especial por sus beneficios y múltiples formas de practicarlo, pero ahora, más que solo un ejercicio, se ha convertido en un refugio emocional para miles de personas que necesitan volver al centro cuando la vida se vuelve demasiado ruidosa. En medio del caos del diario vivir, donde las responsabilidades, los pendientes y las preocupaciones se acumulan como una ola imparable, hay una postura en particular que funciona como un ancla: Balasana, o la postura del niño.
Aunque el yoga tiene múltiples beneficios físicos, es en su dimensión emocional y mental donde a veces se encuentra la verdadera magia. Y cuando sientes que el mundo te sobrepasa, que no puedes más con la presión o el agotamiento mental, esta práctica ofrece más que estiramientos, ofrece consuelo. Adoptar una postura como Balasana no solo permite soltar tensiones acumuladas en el cuerpo, sino también liberar peso emocional.
1Un regreso al origen gracias al yoga

Balasana, o la postura del niño, es una de las más restaurativas del yoga. Consiste en arrodillarse, llevar el torso hacia adelante hasta descansar sobre los muslos y apoyar la frente en el suelo, con los brazos extendidos o hacia atrás, según lo que el cuerpo necesite. Esta posición evoca una sensación de protección, como si se volviera por un instante a un estado de seguridad y descanso absoluto, haciendo que se liberen tensiones en la espalda baja, que se relajen los hombros y que la respiración fluya sin esfuerzo.
En yoga, Balasana es considerada una postura de entrega y aceptación, pues al permitir que el cuerpo se pliegue sobre sí mismo, la mente también se rinde, y es allí donde ocurre el verdadero descanso. En esos momentos en los que todo abruma, practicar esta postura durante unos minutos puede marcar una diferencia significativa en el estado anímico, convirtiéndose en una forma de decirle al cuerpo: “estás a salvo”, y a la mente: “puedes soltar”.