domingo, 10 agosto 2025

La razón por la que no debes usar el modo ‘eco’ del coche en carreteras de montaña

Seamos sinceros, casi todos tenemos ese botón en nuestro coche con una hojita verde o la palabra ‘eco’, una promesa silenciosa de ahorro y conciencia ecológica que nos hace sentir mejores conductores. Lo pulsamos casi por inercia al arrancar, especialmente con el precio del combustible por las nubes, pensando que es la decisión más inteligente. Pero, ¿y si te dijera que este gesto, aparentemente inofensivo, podría ser una trampa? La cruda realidad es que este modo de conducción, pensado para el ahorro, puede comprometer seriamente tu seguridad en situaciones muy concretas que casi nadie considera, transformando tu eficiente vehículo en un inesperado foco de riesgo.

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Imagina la escena: una carretera de montaña, curvas cerradas, paisajes espectaculares y la necesidad de una respuesta ágil para sortear un camión lento o una subida imprevista. Es justo en ese momento cuando descubres la cara oculta de ese modo de conducción ahorrador. De repente, pisas el acelerador buscando esa chispa de potencia extra, pero no hay nada. La respuesta del acelerador se vuelve perezosa y la capacidad para realizar un adelantamiento rápido o salir de un apuro se reduce drásticamente, convirtiendo tu fiel automóvil en una fuente de estrés y peligro. Ese ahorro de unos céntimos por kilómetro, de repente, no parece tan buena idea.

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LA MONTAÑA, ESE ESCENARIO DONDE EL AHORRO SE CONVIERTE EN RIESGO

Fuente Freepik

Aquí es donde la teoría choca violentamente con la realidad de la carretera. Un puerto de montaña no es un circuito de eficiencia, es una prueba de fuego para la mecánica y para el conductor. Cuando te enfrentas a una pendiente pronunciada, necesitas que tu coche responda con agilidad, y el modo ‘eco’ hace justo lo contrario: ahoga la potencia justo cuando más la necesitas para mantener un ritmo seguro y constante. Sentirás cómo tu cuatro ruedas se esfuerza, cómo le cuesta ganar velocidad y cómo la caja de cambios duda, incapaz de decidir si reducir para ganar fuerza o mantener la marcha para ahorrar, creando una conducción torpe y frustrante.

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El momento de la verdad, el instante que convierte una mala decisión en un peligro real, es el adelantamiento. Todos lo hemos vivido: un vehículo pesado que circula a una velocidad exasperantemente lenta en una zona de curvas. El verdadero peligro llega al intentar adelantarlo en una recta corta, ya que la falta de reprís del coche puede dejarte vendido en el carril contrario durante unos segundos que se hacen eternos, aumentando exponencialmente el riesgo de una colisión frontal. En esa situación, la capacidad de tu montura para acelerar de 60 a 90 km/h no es un lujo, es tu principal herramienta de supervivencia.

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