Existe un lago en España cuyas aguas parecen susurrar historias de fuego y tierra, un rincón secreto en la inmensidad de La Mancha donde la naturaleza ofrece un espectáculo tan insólito como desafiante. Se trata de la Laguna de Fuentillejo, en la provincia de Ciudad Real, un lugar que rompe con la imagen serena y apacible de los paisajes quijotescos. Aquí, el agua no solo fluye, sino que emerge desde las entrañas del planeta a temperaturas que rozan los ochenta grados Celsius, creando un balneario natural y gratuito que desafía la lógica y pone a prueba el temple de cualquier visitante que se atreva a sumergirse en su cálido abrazo.
Este enclave, conocido por los lugareños como los «hervideros», es mucho más que una simple curiosidad geográfica; es el testamento vivo de un pasado volcánico que aún palpita bajo la superficie manchega. Lejos de los circuitos turísticos convencionales y de las multitudes que abarrotan otros destinos termales, Fuentillejo ofrece una experiencia auténtica y primigenia, donde el único lujo es el contacto directo con una fuerza geológica que ha modelado la región durante milenios. La promesa de un baño en este singular lago es una invitación a conectar con la energía más pura de la tierra, una aventura para valientes que buscan algo más que una simple fotografía para sus redes sociales.
UN SECRETO GEOLÓGICO ESCONDIDO EN EL CORAZÓN DE LA MANCHA
En el término municipal de Moral de Calatrava, casi oculto a los ojos del viajero desprevenido, se encuentra este fenómeno natural. La Laguna de Fuentillejo no es un lago al uso, con sus aguas plácidas y su ribera convencional; es más bien una poza de dimensiones modestas pero de una riqueza geológica extraordinaria, un paraje que a simple vista podría pasar desapercibido si no fuera por el incesante burbujeo que emana de su interior. Este rincón de Ciudad Real es uno de los secretos mejor guardados por los habitantes de la comarca, un lugar donde la tierra habla un lenguaje de calor y minerales que muy pocos tienen el privilegio de escuchar y sentir en su propia piel.
El origen de estas aguas termales se encuentra en el Campo de Calatrava, una de las zonas con vulcanismo reciente más importantes de la Península Ibérica. La actividad magmática residual en el subsuelo calienta las aguas subterráneas que, cargadas de gas carbónico y hierro, ascienden a la superficie a través de fisuras. Este proceso da lugar a los famosos «hervideros», manantiales de agua caliente que convierten a este pequeño lago en un spa rústico y salvaje, un testimonio palpable de que, bajo la aparente calma de la llanura manchega, reside una fuerza natural de una potencia descomunal y fascinante.
EL MISTERIO DE LOS HERVIDEROS: ¿CIENCIA O MILAGRO TERMAL?
El nombre de «hervideros» puede llevar a engaño, ya que el agua no alcanza el punto de ebullición. El fenómeno visual tan característico de Fuentillejo, esa efervescencia constante que simula un hervor perfecto, no se debe a la temperatura extrema del agua en sí misma, sino a las emanaciones de dióxido de carbono de origen volcánico. Son estas burbujas de gas, al ascender con fuerza desde las profundidades, las que crean la ilusión de un caldero en plena ebullición, un espectáculo hipnótico que añade un aura de misterio y poder a este ya de por sí singular paraje natural. La ciencia explica el cómo, pero la sensación sigue siendo mágica.
El verdadero desafío térmico se encuentra en el «chorro» principal por donde mana el agua directamente de la tierra. Es en este punto donde se registran las temperaturas más elevadas, que pueden superar los sesenta grados y acercarse a los ochenta en la fuente original. A medida que el agua se expande y se mezcla en la poza principal de este lago, permitiendo que las aguas se templen hasta alcanzar una temperatura soportable y placentera, crea diferentes zonas de baño con gradientes térmicos. Los bañistas más experimentados saben moverse por la laguna para encontrar el punto exacto de calor que su cuerpo puede tolerar, en un juego de sensaciones único.
EL RITUAL DEL BAÑO: INSTRUCCIONES PARA VALIENTES EN ESTE INSÓLITO LAGO
Sumergirse en las aguas de la Laguna de Fuentillejo es un acto que requiere cierta preparación y respeto por el poder del lugar. El primer contacto con el agua produce una impresión intensa, una prueba de coraje que precede a una sensación de relajación profunda a medida que el cuerpo se aclimata. La alta concentración de hierro tiñe tanto el líquido como el lecho de la poza de un característico color rojizo, y el olor a minerales impregna el aire, completando una experiencia sensorial que transporta al visitante a un mundo ancestral. Este lago no es para los que buscan aguas cristalinas, sino para los que anhelan un baño con carácter y alma.
La recomendación fundamental es entrar en el agua de forma paulatina, permitiendo que el cuerpo se acostumbre a la temperatura y evitando las zonas más cercanas al surtidor principal. Aquí no hay socorristas, ni vestuarios, ni taquillas; la experiencia es completamente rústica y autosuficiente, ya que no existen las comodidades de un spa convencional. Se trata de un retorno a lo esencial, un diálogo directo entre la persona y la naturaleza en su estado más puro. Llevar escarpines puede ser una buena idea para proteger los pies del fondo arcilloso y disfrutar del baño con mayor comodidad en este particular entorno.
VOCES DEL PASADO: LEYENDAS Y TRADICIONES DE UN AGUA CURATIVA
La fama de las aguas de Fuentillejo no es reciente; se pierde en la memoria de los tiempos. Desde hace siglos, los habitantes de la comarca han acudido a este manantial, atribuyéndole propiedades casi milagrosas para dolencias de la piel y los huesos, como la psoriasis o el reumatismo. Pastores, agricultores y gentes de toda condición han encontrado alivio en estos baños ferruginosos, convirtiendo el lugar en un punto de encuentro y sanación popular. Estas historias, transmitidas oralmente de generación en generación, dotan a este lago de una profunda carga cultural y etnográfica que va más allá de su interés geológico.
El conocimiento sobre cómo y cuándo tomar los baños forma parte de la sabiduría local, un conocimiento transmitido de padres a hijos con el orgullo de quien custodia un tesoro. Se habla de novenarios, de baños al amanecer o al atardecer para maximizar sus efectos curativos, y de rituales que mezclan la fe con la tradición. Esta pervivencia de las costumbres demuestra el arraigo de Fuentillejo en el imaginario colectivo de la zona, consolidándolo no solo como un fenómeno natural, sino como un verdadero santuario de salud popular que ha resistido el paso del tiempo y la modernidad sin perder ni un ápice de su esencia.
MÁS ALLÁ DEL AGUA CALIENTE: EL CAMPO DE CALATRAVA COMO DESTINO INESPERADO

La visita a este singular lago termal es la excusa perfecta para descubrir los tesoros que esconde la comarca del Campo de Calatrava. A pocos kilómetros se encuentra Almagro, uno de los pueblos más bellos de España, con su impresionante Plaza Mayor y su Corral de Comedias del siglo XVII, un complemento cultural perfecto a la experiencia termal. La región está salpicada de castillos imponentes, como el de Calatrava la Nueva, y ofrece rutas de senderismo que permiten explorar su paisaje volcánico, salpicado de maares y conos volcánicos que narran la historia geológica de la zona.
Explorar esta parte de Ciudad Real es sumergirse en una España auténtica y llena de sorpresas. La gastronomía local, con sus vinos, quesos manchegos y platos contundentes como las migas o el pisto, completa una escapada redonda. La Laguna de Fuentillejo es, por tanto, la puerta de entrada a un territorio fascinante, una tierra de contrastes que va mucho más allá de los tópicos literarios y se revela como un destino de primer orden para el viajero curioso. Este pequeño y humilde lago demuestra que las mayores aventuras, a veces, se encuentran donde uno menos se las espera.