El gazpacho perfecto, ese que es cremoso, de un rojo anaranjado intenso y que no se separa en dos fases al cabo de unas horas, es el unicornio de muchas cocinas españolas cada verano. Todos tenemos en la memoria el de nuestra abuela, hecho a ojo, sin recetas, y que siempre salía perfecto. Sin embargo, al intentar replicarlo, a menudo nos encontramos con una sopa aguada o, peor aún, una mezcla bifásica donde el agua y el aceite han decidido tomar caminos separados. La clave de todo no está en la potencia de la batidora, sino en un detalle químico casi imperceptible, y es que la estabilidad de esta emulsión depende directamente del orden en que añadimos cada hortaliza. ¿Y si el secreto para conseguir la mejor sopa fría andaluza no estuviera en el pan ni en el aceite, sino en proteger al tomate de su peor enemigo?
La frustración de ver cómo esa crema de verano tan apetecible se «corta» es universal, pero la solución es sorprendentemente sencilla y tiene una base científica que desmonta muchos mitos culinarios. Hemos asumido durante años que la culpa era de un mal aceite, de la falta de pan o de no triturar lo suficiente, cuando el verdadero responsable se escondía a plena vista en la misma cesta de la verdura. El secreto que muy pocos conocen, y que cambia las reglas del juego, es que el pepino contiene unas enzimas que rompen la emulsión si entran en contacto directo con el aceite al principio del licuado, provocando esa temida separación. Entender este pequeño detalle es el primer paso para dominar de una vez por todas la receta y que cada vaso sea un triunfo.
4EL ORDEN DE LOS FACTORES SÍ ALTERA EL PRODUCTO FINAL

Llegamos al momento de la verdad, el método que cambiará para siempre tu forma de preparar este plato. Olvida la idea de echarlo todo al vaso de la batidora y darle al botón. El orden correcto para el gazpacho empieza por darle el protagonismo absoluto al tomate. El primer paso es triturar únicamente los tomates con el pimiento y el ajo, ya que crear esta primera base rica en agua y pulpa es lo que construirá el andamio perfecto para que el aceite se integre después sin problemas. Tritura esta mezcla durante un buen rato, hasta que no queden pieles ni semillas visibles y obtengas una crema fina y homogénea. Este es el cimiento de tu éxito.
Con esa base de tomate ya lista, es el momento de introducir al resto de actores en el orden adecuado para que el gazpacho perfecto esté más cerca. Ahora sí, añade el pepino troceado y vuelve a triturar hasta que se integre por completo. En este punto, la emulsión ya está protegida. Una vez tenemos esa crema base, añadimos el pepino y volvemos a triturar, y solo al final, con la batidora a baja velocidad, incorporamos el aceite en un hilo fino, porque este añadido lento y tardío del aceite es lo que crea una emulsión estable, cremosa y brillante que no se romperá en la nevera. Finalmente, añade el vinagre y la sal, prueba y rectifica. El resultado será espectacular.